Tenía
que matarla. Tenía que matar a mi amiga. Bueno, ella decía que era mi amiga,
pero yo..., yo no sabía cómo había llegado a tener una relación con semejante
mujer.
Para
empezar, nos quedamos embarazadas a la vez. "¡Qué ilusión!", me dijo.
"Ya verás la de cosas que haremos juntas. Será muy divertido".
Yo no
podía dejar de vomitar y ella no paraba
de sonreír.
Para
ella todo era divino y para mí todo infernal.
Mientras
que para mí, el hecho de caminar, ya suponía un esfuerzo terrible, ella se
apuntó a clases de Pilates.


Y por desgracia hicieron su entrada los "peorestares". Sí, porque mientras ella estaba cada vez más...guapa (¡qué rabia me daba reconocerlo!), yo no dejaba de coger kilos y más kilos. Cuando ella llevaba tan sólo cinco, yo ya la había duplicado. Su marido la veía cada vez más sexy y el mío me miraba como si yo fuese "Omaíta". ¡Qué embarazo pasé!
¿Y el
parto? Resumiendo: Ella tuvo dos contracciones sin apenas dolor; no tuvieron que
ponerle
la Epidural
y en poco más de una hora había dado a luz a una preciosa niña que pesó nada
menos que tres kilos cuatrocientos y que midió cincuenta centímetros. ¡Ah! y
sin episotomía.
¿Y yo?
¡¿Yo?! Resumiendo: Cuarenta y ocho horas intentando dilatar, con unas
contracciones de caballo... ¡Ah, claro! Por eso mi marido no dejaba de repetir
"Aguanta los caballos, Charlie", cada vez que me venía una. Pedí la Epidural
en el mismo instante en que ingresé en el Hospital: "Por favor, la Epidural",
"No, aún no ha dilatado lo suficiente"; "Por favor, la Epidural",
"No, todavía no"; "¡Por favor, la Epidural!", "Es que
yo soy la señora de la limpieza".
Y, al
final, sin Epidural, y con una episotomía de dieciséis puntos, nació mi hija.
Pelín chiquitita: dos kilos doscientos y cuarenta y tres centímetros. Y cuando
me la pusieron encima,...me puse a llorar. "¡Qué mona! Mira tu hija, qué
mona es!" Y yo ya no sabía si se estaban cachondeando o yo seguía bajo los
efectos de la anestesia, porque lo que se dice bonita,...mi hija no era.
Afortunadamente,
con el tiempo, mi hija cambió radicalmente y se convirtió en una niña preciosa,
y educada, y buena estudiante, y simpática,...pero la hija de mi amiga...más.
Toda su
vida era más. Si nos comprábamos un coche, ella uno más grande. Si celebrábamos
el cumpleaños de la niña en un parque de
bolas, ella lo hacía en la
Bolera (con hamburguesa, patatas, bebida y tarta incluidos.
¡Ah! Y una bolsa de chuches para cada niño). Si a mi hija le salía una caries,
a la suya le tenían que poner braquets.
Yo ya
no aguantaba más. Tenía dos opciones: o me mudaba, o la mataba. Y no podía
mudarme. No era una buena fecha para vender la vivienda y además, ¿cómo le
decía a mi marido que buscásemos otra casa con la buena combinación de
transporte público que tenía para ir a trabajar?
Y
total... tampoco se perdería mucho. Seguro que a su marido y a su hija les hacía
un favor.
Bien.
El primer paso ya estaba dado: aceptar que quería matar a mi... tenía que buscar
un nombre en clave.... ¡Hámster! Sí; sería la operación hámster.
El
segundo punto era encontrar la forma de... realizar el proceso. Eso ya era un
poquito más complicado. No me veía con un cuchillo intentando descuartizarla.
¡Si para hacerme un análisis de sangre, me tenían que tumbar en una camilla!
¿Empujarla por las escaleras?... No. Con lo "superdelgada" que
estaba, no rodaría. ¿Atropellarla? ¿Asfixiarla? ¿Ahogarla?... ¿Quemarla? ¡Por
favor! Eso olería fatal. A ver, no es
que de repente me hubiesen entrado las prisas por que desapareciese, pero...ya
que había decidido eliminarla, no quería demorarme mucho; más que nada, porque me conocía y
sabía que cuanto más tiempo pasase, más vueltas le daría al asunto y seguro que
acababa encontrando alguna excusa tonta para no hacerlo.
Me fui
al cole para recoger a mi hija y, por el camino me encontré con otra mamá.
-Te veo
muy pensativa ¿estás bien?-me preguntó.
-Verás...es
que....tengo que deshacerme de... mi hámster y no se me ocurre cómo-decidí
arriesgarme.
-¡Ah,
bueno! Pues suéltalo en el parque y listo.
-No.
Volvería a casa.
-¡Sí,
claro! ¿Qué pasa? ¿Que lleva un GPS?-me contestó burlándose.
-Es
verdad-dije apurada-¡qué tonta! pero...me da pena que...se lo puedan comer
otros animales o algo así.
-Pues...envenénalo.
-¿Qué?
-Sí. Le
disuelves una pastilla de Valium en una cucharada de agua y se la das a beber.
Ya verás.
"Si
un hámster pesa unos cincuenta gramos y necesita una pastilla de Valium para
morir, mi...hámster, que debe pesar unos cincuenta y cinco kilos,
necesitaría... ¡Sí hombre!" ¡¿De dónde sacaba yo tantas pastillas?!
Al
final no iba a ser tan fácil como yo pensaba.
Llegamos
a la puerta del colegio y allí estaba ella. Subida en sus impresionantes
taconazos, luciendo su increíble tipazo, sin dejar de acariciar su precioso
pelazo,....vamos, ¡un ascazo!
-Hola,
¿qué tal?-dije sin ningún entusiasmo y más que nada por educación.
-¡Uy,...fatal!
Fíjate cómo vengo, que ni me he podido arreglar siquiera.
-No,
mujer. Si estás estupenda.
-Tú que
me miras con buenos ojos y eres tan buena amiga.
-Sí,
sí, claro-y me empecé a sentir mal por la "operación hámster".
-Mira,
en el gimnasio al que voy... ¡dos horas al día!,...me han regalado una
invitación para alguna amiga, así que...te elijo a ti.
-No.
Déjalo. Es que yo los gimnasios...
-¡Que
sí! Que lo necesitas y te vendrá muy bien.
-¡¿Perdona?!
-Mujer,
no te enfades, pero te has descuidado un poquito desde que nació la niña. A
ver, no es que antes fueses una mujer espectacular, pero ahora,...bueno,
pues,...menos aún. Fíjate-le dijo a la otra mamá- somos de la misma edad y
vamos,...ni punto de comparación ¿verdad? Si es que está igual que cuando
teníamos dieciocho años.
-Pero,
entonces...no está tan mal ¿no?
-Hombre,
si tenemos en cuenta que cuando tenía dieciocho años ya aparentaba cuarenta...
Y
empecé a sentirme bien,...no,....superbien, por la "operación
hámster".
-Vale.
Voy a ir. Y ¿qué vamos a hacer?
-Me han
dicho que hay un monitor de "spinning" que es la leche. Bueno,...quizás
sea demasiado para ti empezar con una clase tan fuerte...Lo más probable es que
no la aguantes.
-¿Cómo
que no? Yo tengo mucha resistencia. ¿Cuándo hay que ir?
Mi...
hámster, me había dejado unos pantalones con refuerzo en el culo y unas
zapatillas ortopédicas para la clase de spinning, que me hacían
parecer...idiota. Con toda seguridad. Para reírse más de mí,.Porque ella
llevaba un modelito impresionante. Pero estaba dispuesta a hacerle tragar todas
sus palabras.
Efectivamente
el monitor estaba impresionante y ella no dejaba de hacerle ojitos, y gestitos
y de tocarse el pelito,...y yo casi vomito. Y empezó la clase.
A los
cinco minutos, el tío bueno del monitor dijo: "Ya hemos terminado el
calentamiento. Ahora empieza la clase". ¡¡¡¿Quéééé?!!!! Yo me quería
morir. ¡¿Eso sólo había sido el calentamiento?! Pero miré al hámster, que
estaba como una rosa y decidí aguantar. Vi que subía la intensidad de la
pedalada y yo la subí más. Vi que se ponía de pie y yo...lo intenté un par de
veces,...pero es que...¡costaba mucho!. De pronto, toda la clase desapareció y
sólo quedamos el hámster y yo, pedaleando cada vez con más fuerza, retándonos
con la mirada, hinchando nuestras caras, sudando lo que no estaba escrito,
hasta que...de repente, sentí un fuerte dolor en el pecho, bastante intenso,
que se irradiaba hacia el brazo y supe que me estaba dando un amago de infarto
y dejé de pedalear. El hámster pensó que
me había rendido y comenzó a reír a carcajadas moviéndose cada vez con más
fuerza, como si estuviese poseída, como queriendo regocijarse en su victoria,
cuando, por el rabillo del ojo, pude ver que le estaba ocurriendo lo mismo que
a mí. Había sobrepasado con creces su ritmo cardíaco, el cuerpo se había
sobreesforzado y comenzaba a descontrolarse.
Por fin
alguien de la clase se dio cuenta de lo que había ocurrido y...bueno, llamaron
a una ambulancia y nos llevaron a las dos al hospital.
Después
de tres horas haciéndonos pruebas, un médico se acercó y me dijo:
-Lo
siento. Su amiga ha muerto.
¡¡¡¿Quéééé?!!!!
¡¿Cómo que se ha muerto?! ¡¿Y qué pasa con la operación hámster?!
Me
parecía increíble. O sea, a mí me da un amago de infarto y ella, para no ser
menos, decide que le de un infarto como es debido... y la muy tonta se muere. No
es justo.
Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fin de Semana!!!