sábado, 17 de marzo de 2018

SUPERSTICIONES

¿Eres de los que mandaba las cadenas de email que decían que si no lo hacías tendrías siete años de mala suerte?
A ver… a principios de los 90, cuando Internet era tan desconocido que incluso creíamos que era cosa del diablo… pues sí; pensábamos que la cadena podría ser verdad… y la enviábamos; pero a estas alturas… ¿conoces a alguien al que se le haya cumplido la maldición? No; pero a ti te sigue quedando la duda… “¿y si es cierto?” y lo envías. Por si las moscas. Y, por si acaso, cruzas los dedos para que no te llegue de nuevo. ¿Sabes de dónde viene lo de cruzar los dedos? Resulta que antes de la era cristiana, existía la costumbre de que dos personas enlazaran sus dedos índices formando una cruz para expresar un deseo; una apoyaba a la otra mentalmente para que éste se cumpliera. Hoy en día estamos tan liados que decimos: “¿Para qué?” “Mejor me los cruzo yo solito no vaya a ser que el otro no desee lo mismo que yo y la liemos”.
¿También te crees la maldición del martes trece?
A ver… ¡alma de cántaro!... ¿Qué puede tener de verdad esta maldición que está basada en la última cena que Jesús tuvo con sus doce… ¡DOCE! Apóstoles, un jueves… ¡JUEVES! Santo? Encima… ni siquiera es igual en todo el mundo; que en Estados Unidos la pusieron en viernes para poder hacer una peli y aquí la dejamos en martes para que Josema Yuste se hiciera famoso.
Vivimos rodeados de supersticiones que, como llevamos una vida tan tranquila y llena de paz… pues es lo que necesitamos para dar vidilla a nuestro día a día ¿no?
Tú estás en casa comiendo tranquilamente y tu marido te pide que le pases la sal, a lo que tú respondes que nanai porque sabes que trae muy mala suerte. Así que le das un empujoncito para acercársela y entonces… ¡Ooohhh! La derramas sin querer. ¡Maldición! ¡Siete años de mala suerte! Te levantas corriendo y te echas sal por encima del hombro para deshacer la maldición. ¡Bien! Pero claro, ahora la sal está por todo el suelo, así que coges el cepillo y empiezas a barrer y, otra vez sin querer (o no) le barres los pies a tu marido. “Vaya… ahora no te podrás volver a casar”, le dices con pena. Y él piensa para sus adentros: “Como si alguna vez lo hubiese pensado”.
Todo esto se solucionaría si llevásemos siempre encima un amuleto… algo que, como pierdas, te puede dar un ataque de pánico; algo como una pata de conejo. Pero ¿por qué una pata? ¿por qué de conejo? Según los celtas, cada pueblo descendía de un animal, que no podía ser cazado ni comido. Y ellos solitos decidieron que el nuestro era el conejo. ¡El conejo! Si hubiesen dicho… no sé…el ñú… pues lo entendería; pero el conejo… Por favor… si nosotros nos comemos el conejo de cualquier manera: “Conejo al ajillo”, “Conejo con arroz”, “Arroz con conejo”, “Conejo a mi estilo”…
Y es que las supersticiones están pensadas a mala leche. Sí, porque tú estás ahí teniendo mucho cuidado de no abrir la boca porque no quieres compartir las buenas noticias hasta que estén confirmadas por miedo a que no se cumplan y claro, al final resulta que, o te comes los muñones de las manos porque ya has acabado con las uñas… o revientas. Y una vez reventada… las buenas noticias no sirven de nada.
Y luego hay cosas muy raras. Por ejemplo: ¿hay alguien que abra los paraguas dentro de casa? Si es que, con el tamaño de las viviendas, eso es casi imposible. Y, que si no hay que empezar el día con el pie izquierdo… yo, es que. sinceramente, cuando me levanto no me entero ni de que me he levantado. ¡Como para fijarme en qué pie apoyo primero! Eso sin contar los días que me caigo de la cama. Esos días… ¿qué? ¿Me encuentro en un vacío pedestre? Y encima nadie dice nada de con qué pie hay que acostarse. Pero da igual, porque si tocas madera y dices “lagarto, lagarto” no tienes que temer nada. Y si algo malo te pasa o tienes un mal día, como lo sobre-analizas todo, acabas encontrando un motivo sin sentido: "Ahhh… vale… me he caído por las escaleras, porque Mercurio está retrógrado y mi signo en Venus… no porque yo no sepa andar con tacones”
Pero la lista sigue y sigue. Lo peor que te puede pasar es que vayas a una fiesta de cumpleaños vestido de amarillo que, si no eres Moliére ni actor, te va a dar lo mismo y que, en el camino, tengas que pasar por debajo de una escalera, sin haber encontrado un trébol de cuatro hojas (que eso ya es de ser torpes, porque en Amazon encuentras las semillas a muy buen precio), que, el que cumple los años sea un primo tuyo bizco que te haga brindar con agua y que encima no apague todas las velas de la tarta de una vez. Y, para que sea todo perfecto... el espejo que le ibas a regalar se te ha roto en el trayecto.
No; no me olvido del famoso gato negro, pero… ¿qué quieres que te diga? Si un gato negro se cruza en tu camino, únicamente significa que va a alguna parte. Y nada más. La única cosa que está científicamente probada por la Universidad de Wichita que trae muy mala suerte es encender una cerrilla para encontrar una pérdida de gas. Punto. Lo demás… lo que te quieras inventar.

Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fin de Semana!!!