viernes, 18 de agosto de 2017

COMO PARA FIARSE DE LOS MÉDICOS - CAPÍTULO 2

A las cuatro de la mañana, nos presentamos los cuatro en Urgencias: Víctor, Hugo, mi marido y yo. Y, como es lógico, nos acercamos a la ventanilla de Admisión.
-Buenas noches –nos atendió una señorita.
-Hola… Buenas…Verá…el niño, que le duele la tripa-expliqué.
-No se ponga nerviosa, que tengo que cogerle los datos. A ver… ¿para quién es la consulta?
-Para el niño… Si se lo acabo de decir… –contesté señalando a Víctor.
-Bien. Y ¿qué le pasa?
En mi cara se podía leer claramente: “Esta tía es tonta”, pero mi boca respondió pacientemente:
-Que le duele la tripa.
-Vale. Pues cojan este numerito-nos dio un numerito, como en la carnicería- y esperen a que aparezca en la pantalla. No dejen de estar pendientes para que no se les pase; que luego pasa lo que pasa...
A pesar de que no había nadie en la sala de espera, el dichoso numerito apareció al cabo de media hora aproximadamente, seguido de una súpermegafonía que casi nos deja sordos: “B457 Box 7. (“¡La madre que parió a la de Admisión que nos había tenido todo ese tiempo con los ojos bien abiertos y totalmente secos por no pestañear, para que no se nos pasase la vez!”)
Mi marido agarró a Víctor por las axilas, mientras Hugo y yo, por ayudar, le cogimos cada uno de una pierna. Con las prisas por llegar lo antes posible al Box 7, temiendo que apareciese alguien de repente y nos robase el turno, creo… no estoy muy segura… que golpeamos a Víctor varias veces contra las paredes. El pobrecito tenía tanto dolor de tripa que, supongo que no se enteró. Y nosotros estábamos tan nerviosos, que tampoco.
-A ver –nos dijo el médico que estaba en el Box 7- ¿qué le ocurre?
-Que le duele la tripa-contesté.
-Oiga, señora…que esto es Urgencias. Aquí no se viene a molestar por un dolor de tripa.
-Pero es que lleva todo el día así y cada vez va a más.
-¿Le ha llevado a su médico?
-¡Claro! Ha dicho que serían gases.
-Y usted… ¿no ha notado algún olor extraño en casa?
-Pues… ahora que lo dice, sí…. ¡Ah, no! Eran los pies de Hugo cuando se ha quitado las zapatillas.
-Mire, voy a auscultarle porque me pilla usted de buenas. A ver… descúbrale el pecho.
Casi tuvimos que hacer palanca para poder separar los brazos de Víctor de sus piernas, ya que se había hecho un ovillo contraído por el dolor.
Y, otra vez, el médico de Urgencias, que utilizaba la misma técnica que la pediatra, comenzó a masajear la tripa de Víctor, sin tener ninguna consideración por los gritos de mi hijo.
-Pues… la verdad es que no tengo muy claro que sean gases. Si me disculpan un momento, voy a buscar a un compañero.
Salió del Box 7 y nosotros empezamos a preocuparnos cada vez más. No nos parecía muy buena señal que necesitase la opinión de otro médico.

A los pocos minutos apareció con un mastodonte al lado que medía, por lo menos, por lo menos… un metro sesenta; pero de ancho. ¡Con unas manos…! Sólo le hizo falta apoyar una en la tripa de Víctor para abarcarla entera y entonces dijo:
-¡Qué calentita tiene la tripita!
-Sí, es que ya he estado yo antes sobándola-le contestó el primer médico- ¿Tú qué crees?
-Que si tú lo dices será verdad.
-No, hombre. Que ¿qué crees de la tripa?
-Pues… sinceramente… creo que se le da demasiada importancia. Es decir, hay otros órganos que son más vitales y a los que dejamos de lado. Por ejemplo, el bazo. ¿Por qué nadie habla del bazo?
-¡De la tripa del niño!-dijo el primer médico apretando los dientes.
-Si no especificas… yo creí que te referías a… la tripa a rasgos generales. Bueno, pues… podría ser apendicitis. –Y llevando a su compañero aparte le dijo- Yo le mandaría al Hospital Infantil y que se hagan cargo ellos. Que aún me debes la revancha del Monopoly.
-¡Oiga, pues si quiere, mandamos a mi hijo que vaya solito al Hospital y jugamos los cuatro esa partida! –Por extraño que pareciese, era mi marido el que se estaba empezando a enfadar.
-Perdone, perdone –trató de justificarse el primer médico- Aunque mi compañero parezca… un poco tonto, a veces tiene razón. Aquí no tenemos cirugía infantil y si se trata de un caso de apendicitis, será mejor que lo cojan antes de que se convierta en peritonitis.
-Hombre, visto así…
-Nada, nada. Ahora mismo les hago el informe y les preparo una ambulancia.
Y en ella nos metimos los cuatro, junto con el conductor y un asistente. 


Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fin de Semana!!!

miércoles, 16 de agosto de 2017

COMO PARA FIARTE DE LOS MÉDICOS - CAPÍTULO 1

Me estoy planteando pedir un cambio de pediatra; pero me da un poco de apuro porque la que tengo ahora es una mujer que debe tener entre... sesenta y noventa y ocho años (no sabría decirlo con exactitud), "superagradable" con los niños y, sobre todo con nosotras, las mamás. Lo que ocurre es… que ¡encima! no acierta mucho con los diagnósticos. 
Y no lo digo por decir. Juzgad vosotros mismos. A las pruebas me remito:
Hace una semana, tuve que pedir cita para mi hijo el mayor, porque tenía unos dolores terribles de tripa.
-¡Mamá! Tengo unos dolores terribles de tripa (¿lo veis?)
-No te preocupes, cielo. He pedido cita con la Doctora Lastrés.
-¡Uy, mamá! Fíjate: ya casi no me duele-me dijo el pobre, mientras se retorcía al intentar sujetarse la tripita.
-Venga, cariño… hay que ser fuerte. Será sólo un momento.
Total, que, a las cinco menos cuarto, cogí a mis dos hijos y nos fuimos a la consulta. Al poquito de llegar, se acercó una mujer joven con un carrito y preguntó:
-Perdón… ¿Sonia Lastrés?
Y una señora mayor que estaba sentada a mi lado, le contestó:
-¡Uy hijita! Llegas muy tarde. Son ya las cinco.
-No, no… que si es la consulta de la Doctora Lastrés.
-¡Y yo qué sé!-contestó como si se acabase de transformar en Mr. Hyde-¡¿Tengo yo cara de saber de quien es cada consulta?!-¡Baja y pregunta en recepción!-y mirándome a mi, añadió-¡Menuda juventud!
La mujer joven me miró y yo, levanté una mano y giré un poco la cabeza, como diciéndole: "Déjala; que seguro que está chocheando. Y no te preocupes que ésta es la consulta que buscas. ¡Ah! y no te sientes ahí que esa silla está rota".
Y por algún extraño sortilegio del destino que no acabo de entender, nos atendieron enseguida: sobre las siete y veinte, más o menos.
Víctor… (Víctor es mi hijo. El mayor. El pequeño se llama Hugo… Sí, ya lo sé: cosas de mi marido… ¡qué le vamos a hacer!) Bueno, pues Víctor casi tuvo que reptar para entrar en la consulta, del dolor tan intenso que tenía. Y una vez dentro, la doctora preguntó canturreando:
-¡A ver!... ¿Quién es el enfermo?
Víctor desde el suelo estiró un brazo y con un hilillo de voz contestó:
-…Yo…
-Muy bien, mamá…-dirigiéndose a mí- y ¿qué le pasa a este vaguete?
-Pues…parece que le duele un poquito la tripa-contesté, ayudando a mi hijo a incorporarse.
-Estos niños de hoy en día no aguantan nada-comentó suspirando la doctora-Anda… ven-le dijo a Víctor-túmbate que te voy a auscultar… ¡Pero en el suelo no!
El pobre había vuelto a caerse al sentir la proximidad de la licenciada.

Entre Hugo y yo conseguimos levantarle y, como pudimos, le tumbamos en la camilla. Yo le subí la camiseta, la doctora empezó a masajear el abdomen de mi hijo y éste comenzó a retorcerse aún más de dolor.
-Mira mamá-de nuevo dirigiéndose a mí-esto, seguramente sean sólo gases. Si presionas así…-y apretaba con los dedos mientras Víctor chillaba-puedes notarlo, aunque…mira, si presionas así…-y otra vez y a mi pobre hijo se le saltaban las lágrimas de dolor-…Nada. Esto no es nada-concluyó dándole unos cuantos golpecitos más en la tripa. Y mi hijo se incorporó de golpe y acabó sentado en la camilla; no sé si por el mismo dolor, o para que la doctora dejase de apretarle.
-Entonces… ¿qué hacemos?-pregunté.
-Lo mejor es la comida china-contestó como si fuese la cosa más normal del mundo.
-¡¿Qué?! ¿Me estás diciendo que le recetas a mi hijo comida china?
-Pues sí-afirmó-Yo, cuando era pequeña, tenía muchos gases y mi madre empezó a darme comida china y…se me pasaron. De golpe.
-Pero…Si cuando usted era pequeña no había chinos-dijo Hugo lo suficientemente bajo como para que sólo le oyera yo. Y, aunque en circunstancias normales, ese comentario me habría parecido una grosería… en ese momento no pude regañarle porque tenía razón.
-Mira… Sonia… -comencé a decir-No es que dude de tu profesionalidad, pero es que recetarle comida china al niño…
-¡¿Quién es aquí la doctora?!–me dijo un poco enfadada.
-Vale, vale. Disculpa –me disculpé-Y… ¿alguna preferencia en cuanto a la comida? ¿”Rollitos de primavera”, “Ternera con bambú y setas chinas” o “Cerdo agridulce”?
-No. No. Nada de eso. Arroz. Sólo arroz.
-Pero… ¿”Arroz tres delicias”?

-¡Sí, hombre! Tiene el niño la tripa como para que le andes con delicias. Sólo arroz. Estas madres… -me miró como por encima del hombro-Anda... Llévale a casa y que se acueste y si sigue así… pues… le llevas a Urgencias.

Y así nos despachó.
...Continuará
Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fin de Semana!!!