
Y no lo digo por decir. Juzgad
vosotros mismos. A las pruebas me remito:
Hace una semana, tuve que pedir cita para mi
hijo el mayor, porque tenía unos dolores terribles de tripa.
-¡Mamá! Tengo unos dolores
terribles de tripa (¿lo veis?)
-¡Uy, mamá! Fíjate: ya casi no me
duele-me dijo el pobre, mientras se retorcía al intentar sujetarse la tripita.
-Venga, cariño… hay que ser
fuerte. Será sólo un momento.
Total, que, a las cinco menos cuarto,
cogí a mis dos hijos y nos fuimos a la consulta. Al poquito de llegar, se
acercó una mujer joven con un carrito y preguntó:
-Perdón… ¿Sonia Lastrés?
Y una señora mayor que estaba
sentada a mi lado, le contestó:
-¡Uy hijita! Llegas muy tarde.
Son ya las cinco.
-No, no… que si es la consulta de
la Doctora Lastrés.
-¡Y yo qué sé!-contestó como si se acabase de transformar en Mr. Hyde-¡¿Tengo yo cara de saber de quien es cada consulta?!-¡Baja y pregunta en recepción!-y mirándome a mi, añadió-¡Menuda juventud!
La mujer joven me miró y yo, levanté una mano y giré un poco la cabeza, como diciéndole: "Déjala; que seguro que está chocheando. Y no te preocupes que ésta es la consulta que buscas. ¡Ah! y no te sientes ahí que esa silla está rota".
Y por algún extraño sortilegio
del destino que no acabo de entender, nos atendieron enseguida: sobre las siete y veinte, más o menos.
Víctor… (Víctor es mi hijo. El
mayor. El pequeño se llama Hugo… Sí, ya lo sé: cosas de mi marido… ¡qué le
vamos a hacer!) Bueno, pues Víctor casi tuvo que reptar para entrar en la
consulta, del dolor tan intenso que tenía. Y una vez dentro, la doctora preguntó
canturreando:
-¡A ver!... ¿Quién es el enfermo?
Víctor desde el suelo estiró un
brazo y con un hilillo de voz contestó:
-…Yo…
-Muy bien, mamá…-dirigiéndose a
mí- y ¿qué le pasa a este vaguete?
-Pues…parece que le duele un
poquito la tripa-contesté, ayudando a mi hijo a incorporarse.
-Estos niños de hoy en día no aguantan
nada-comentó suspirando la doctora-Anda… ven-le dijo a Víctor-túmbate que te
voy a auscultar… ¡Pero en el suelo no!
El pobre había vuelto a caerse al
sentir la proximidad de la licenciada.

-Mira mamá-de nuevo dirigiéndose
a mí-esto, seguramente sean sólo gases. Si presionas así…-y apretaba con los
dedos mientras Víctor chillaba-puedes notarlo, aunque…mira, si presionas así…-y
otra vez y a mi pobre hijo se le saltaban las lágrimas de dolor-…Nada. Esto no es
nada-concluyó dándole unos cuantos golpecitos más en la tripa. Y mi hijo se
incorporó de golpe y acabó sentado en la camilla; no sé si por el mismo dolor,
o para que la doctora dejase de apretarle.
-Entonces… ¿qué
hacemos?-pregunté.
-Lo mejor es la comida
china-contestó como si fuese la cosa más normal del mundo.
-¡¿Qué?! ¿Me estás diciendo que
le recetas a mi hijo comida china?
-Pues sí-afirmó-Yo, cuando era
pequeña, tenía muchos gases y mi madre empezó a darme comida china y…se me
pasaron. De golpe.
-Pero…Si cuando usted era pequeña
no había chinos-dijo Hugo lo suficientemente bajo como para que sólo le oyera
yo. Y, aunque en circunstancias normales, ese comentario me habría parecido una
grosería… en ese momento no pude regañarle porque tenía razón.

-¡¿Quién es aquí la doctora?!–me
dijo un poco enfadada.
-Vale, vale. Disculpa –me
disculpé-Y… ¿alguna preferencia en cuanto a la comida? ¿”Rollitos de
primavera”, “Ternera con bambú y setas chinas” o “Cerdo agridulce”?
-No. No. Nada de eso. Arroz. Sólo
arroz.
-Pero… ¿”Arroz tres delicias”?
-¡Sí, hombre! Tiene el niño la
tripa como para que le andes con delicias. Sólo arroz. Estas madres… -me miró
como por encima del hombro-Anda... Llévale a casa y que se acueste y si sigue
así… pues… le llevas a Urgencias.
Y así nos despachó.
...Continuará
Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fin de Semana!!!
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