CAPÍTULO 1
-Veamos… tiene usted una rotura del ligamento
lateral externo. Lo siento señora, pero vamos a tener que escayolarla y deberá
mantener reposo al menos durante siete semanas.
-¿Me pide perdón por llamarme señora o por escayolarme?
-…¿Perdón?
-Pues... no sé si perdonarle, la verdad.
-Pero… ¿qué está diciendo, señora?
-¡Y dale! Así que me pide perdón por
escayolarme.
-Disculpe, pero yo no le tengo que pedir perdón
por nada.
-Pues es usted un grosero. Que lo sepa.
-Mire señora…tengamos la fiesta en paz que yo
sólo hago mi trabajo.
-¿Y le ha tocado trabajar en fiesta?
-A mí no. ¿Y a usted señora?
-¡Qué manía!… ¿por qué se empeña en llamarme
señora?
-Bueno... por educación, supongo.
-¡Pues deje de suponer, que no es su trabajo!
-Señor, dame paciencia, pero… ¡dámela ya!
-¡¿Cómo dice?!
-…Eh… No… que… cada año en urgencias… se alelan
más.
-Ahí tengo que darle la razón.
-Vaya… pues… gracias.
-No hay de qué… Oiga, y lo de la escayola... no
será mucho ¿verdad?
-Pues... depende de lo que usted considere
mucho.
-No sé. Yo no soy escayolista.
-Ni yo tampoco.
-Y ¿cómo se supone que me va a escayolar?
-¡No me líe! Que hace un momento me ha dicho
que no suponga nada. ¿Se supone que ahora sí puedo suponer?
-No sé… supongo que sí. Bueno…suponiendo que su
trabajo sea enyesar.
-Entonces no, porque mi trabajo es en Madrid.
-Ya. Pero en Madrid también escayolan ¿no?
-¡Pues claro! ¿Qué se ha creído usted?
-Yo lo único que creo es que aquí se pierde mucho el tiempo. ¡¿A qué espera para escayolarme?!
¡Que está empezando a ponerme de los nervios!
-¡Usted sí que me está desquiciando! ¡Que yo no
la voy a escayolar!
-Pero si hace un momento me ha dicho que tenían
que escayolarme.
-Sí, pero no lo voy a hacer yo.
-¡Madre mía! Para que luego digan que no hay
trabajo. Y entonces usted ¿quién es? ¿el informador? ¿el mensajero?
-¡¿Cómo voy a ser el mensajero?! Un respeto,
señora. Soy el doctor García.
-Y yo la “Señorita” Martínez. Encantada.
-¡Anda! Pues mucho gusto. Y ahora, quédese aquí quietecita
que enseguida vendrá el enfermero que "sí" va a escayolarla.
-Sí... no sé dónde quiere que vaya. Le recuerdo
que tengo lesionada la pierna.
-…Lástima que no sea la boca.
-¿Cómo dice? Es que habla tan bajo que no le
oigo.
-Nada, nada… Que voy a ver si ya le toca.
Siete minutos después de que el doctor García abandonase
el Box número siete en el que me encontraba, sonó mi móvil:
-¿Sí?
-Hola. Soy el doctor González. Ginecólogo.
Sonreí, porque esa simple llamada consiguió que
dejase de preocuparme por la dichosa escayola.
CONTINUARÁ....