Discreto, económico y
eficaz,
con muchos años de
profesionalidad.
Para resolver lo que
le inquieta,
o para inquietarle
con lo que resuelva.
-Buenas tardes. ¿Se puede?
-Buenas tardes. ¿Cómo no? Pase,
pase, por favor.
-Muchas gracias. ¿Es usted el
investigador privado?
-Sí, sí, claro. Dígame en qué
puedo ayudarle.
-Verá… yo quería que resolviese
un crimen.
-¡Ah perfecto! ¿Me puede dar
alguna pista?
-Si las tuviese no le necesitaría
a usted ¿no cree?
-Bueno, pero algún tipo de información
sí que me podrá facilitar.
-Pues… usted dirá. Pregunte,
pregunte.
-Bien... ¿Sabe usted quien es el
criminal?
-Sí señor. Soy yo.
-¡¿Usted?!
-Sí. Lo que pasa es que no se lo
quiero decir todavía para que no me denuncie.
-¡Ah, normal! Y ¿qué tipo de
crimen ha cometido?
-Aún ninguno. Es que no tengo muy
claro qué es lo que quiero hacer; porque, evidentemente, depende de la condena
que me pueda caer. ¿Usted me podría informar?
-Sí, por supuesto. Veamos…
tenemos el crimen perfecto.
-No. Es la primera vez que hago
esto y seguro que algún fallo tengo.
-Pues… tenemos el crimen con
premeditación y alevosía.
-Tampoco. Lo primero es que no conozco a esas señoritas y después... es que prefiero trabajar solo.
Como me lo voy a hacer a mí mismo, no quiero implicar a nadie más. Si no, luego
tendría que denunciar y ya sería una historia… ¿no le parece?
-Hombre, visto así… Me parece que sería… “otra”
historia. Bueno, ¿quizás un crimen pasional?
-Si es que… pasión, lo que se
dice pasión… pues no tengo, la verdad. Verá, yo es que estaba en casa, aburrido, sin
saber qué hacer y entonces he pensado: “¿Y si me criminalizo yo a mí mismo?,
pero, vamos… que ha sido algo así… sin muchas ganas, es decir, desapasionado
total.
-Ya. Se me ocurre… un crimen de
fianzas.
-…Ehhh,… tampoco me convence
mucho. A ver, que si hay que ir a la cárcel y luego tengo que pagar una fianza…sea;
pero si tengo que pagar primero la fianza sin haber ido a la cárcel… pues no
me parece bien. ¡Para qué nos vamos a engañar!
-En eso tiene razón. Pero es que
se me están acabando los crímenes. ¡Ah! Ya sé. Se me había olvidado. Tiene que
ser un crimen organizado.
-No es que quiera llevarle la
contraria, de verdad; pero es que yo… vivo solo y claro, tengo mi orden, pero
es un orden totalmente desorganizado. Vamos, que soy el único que sabe donde se
encuentra cada cosa.
-Pues… sintiéndolo mucho, ya no
me quedan más crímenes.
-Mire, yo lo que quería era una
cosa sencilla. Así, de andar por casa. No sé… robarme algo, por ejemplo.
-Ah bueno, pero eso es otra cosa. A ver... ¿Qué es lo que había pensado robarse?
-Yo quiero robarme algo que me
haga subir la adrenalina, pero que no me cueste mucho. Lo que es a nivel de
cárcel, quiero decir.
-Vale, vale. Ya le entiendo. ¿Qué
tal el coche?
-¡Sí, claro! ¿y cómo voy luego a
poner la denuncia?
-Es que me lo pone usted muy
difícil. Veamos… ¿de qué importe estaríamos hablando?
-Ahora, aclárese usted, que me están empezando a entrar dudas. Importe
¿de qué? ¿De lo que quiero robar?, ¿de lo que quiero pagar de fianza? o ¿de lo
que me va a cobrar por sus horarios?
-Será por mis honorarios.
-Sí, y por sus horarios; que
parece usted un taxista., mareándome para perder más tiempo sin llegar a buen
puerto.
-Entonces… ¿con lo que robe se va
a hacer un crucero?
-Pues mire... no creo que me de para tanto. Me
he estado espiando y soy un “mindundi”. No gano lo suficiente para robarme.
-Y ¿cómo piensa pagarme?
-Con lo que saque del robo.
-O sea que se roba a sí mismo
para pagarme a mí mismo ¿no?
-Bueno, bueno, no se anticipe que primero tendrá que
resolver el crimen.
-¡Si es que aún no sé qué es lo
que va robar!
-Es que… me cuesta decidirme. Soy
tan pobre…
-¡Pues no se robe, hombre!
-Ya, pero entonces… ¿qué valdría mi palabra? ¡Si primero digo que quiero cometer una fechoría y a la primera de
cambio, me rajo!
-Rectificar es de sabios.
-…No sé, no sé…
-Sí hombre. Piense ¿qué va a
ganar?
-Pues lo que me robe.
-Sí, pero ¿qué es lo que va a
perder?
-Pues… lo que me robe.
-¿Lo ve? Al final se quedaría
usted como estaba al principio.
-¿Usted cree?
-Bueno,… exactamente no. Aún me
seguiría debiendo dinero.
-Entonces, tengo que seguir con
el plan. A ver… ¿cuánto le debo?
-Veamos… la visita, más la
información acerca de los posibles crímenes, más las pruebas de que es usted un
criminal y que se va a robar así mismo… son…
-Espere, espere, que aún no ha
averiguado cuando voy a cometer el delito ni dónde.
-Bueno, eso subirá los costes.
-¡Maldición! No había contado con
ese gasto extra.
-Venga… si me dice cuándo piensa
actuar, no le cobro el servicio.
-Pero… ¡si no he utilizado el
baño!
-No. Me refiero al servicio de
averiguar el momento en el que piensa delinquir.
-¡Ah vale! Me parece justo. Pues…
mañana no tengo que ir a trabajar porque es sábado y había pensado en
levantarme tarde… quizás después de desayunar, que ya habré cogido fuerzas.
-Muy buena elección. Y ¿dónde
desayuna usted normalmente?
-En la cocina. Como todo el mundo
¿no?
-Justo el lugar ideal para
atracarse. Primero se pega un atracón desayunando y luego se atraca el bolsillo.
-¡Es verdad! Y así mato dos
pájaros de un tiro.
-¡Oiga! Usted no me había dicho
nada de armas.
-¡Ni usted tampoco!
-¿Y se va a apuntar a sí mismo?
-No creo. A mí las pistolas me
dan mucho miedo. Si hasta compro baguettes.
-Pues a ver cómo piensa hacerlo,
porque como le dé por resistirse…
-No, tranquilo. No creo. Yo soy
muy cobarde. Seguro que me dejo hacer.
-Entonces, hemos quedado en que
se va a atracar mañana usted a usted mismo, en la cocina de su casa después del
desayuno.
-¡Madre mía! ¡Es usted un genio!
¿Cómo lo ha averiguado?
-No puedo contárselo. Secreto
profesional.
-¡Ehhh! Falta una cosa. Aún no me
ha dicho cuánto me voy a atracar.
-Es verdad. Perdone. Se va a
atracar dos mil trescientos veinticinco euros con treinta céntimos.
-¡Me tiene usted asombrado! ¿Y
cómo ha sabido la cantidad exacta?
-Porque son mis honorarios.
Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fin de Semana!!!