jueves, 20 de julio de 2017

INVESTIGADOR PRIVADO (al estilo… diálogo de besugos)

Discreto, económico y eficaz,
con muchos años de profesionalidad.
Para resolver lo que le inquieta,
o para inquietarle con lo que resuelva.

-Buenas tardes. ¿Se puede?
-Buenas tardes. ¿Cómo no? Pase, pase, por favor.
-Muchas gracias. ¿Es usted el investigador privado?
-Sí, sí, claro. Dígame en qué puedo ayudarle.
-Verá… yo quería que resolviese un crimen.
-¡Ah perfecto! ¿Me puede dar alguna pista?
-Si las tuviese no le necesitaría a usted ¿no cree?
-Bueno, pero algún tipo de información sí que me podrá facilitar.
-Pues… usted dirá. Pregunte, pregunte.
-Bien... ¿Sabe usted quien es el criminal?
-Sí señor. Soy yo.
-¡¿Usted?!
-Sí. Lo que pasa es que no se lo quiero decir todavía para que no me denuncie.
-¡Ah, normal! Y ¿qué tipo de crimen ha cometido?
-Aún ninguno. Es que no tengo muy claro qué es lo que quiero hacer; porque, evidentemente, depende de la condena que me pueda caer. ¿Usted me podría informar?
-Sí, por supuesto. Veamos… tenemos el crimen perfecto.
-No. Es la primera vez que hago esto y seguro que algún fallo tengo.
-Pues… tenemos el crimen con premeditación y alevosía.
-Tampoco. Lo primero es que no conozco a esas señoritas y después... es que prefiero trabajar solo. Como me lo voy a hacer a mí mismo, no quiero implicar a nadie más. Si no, luego tendría que denunciar y ya sería una historia… ¿no le parece?
-Hombre, visto así… Me parece que sería… “otra” historia. Bueno, ¿quizás un crimen pasional?
-Si es que… pasión, lo que se dice pasión… pues no tengo, la verdad. Verá, yo es que estaba en casa, aburrido, sin saber qué hacer y entonces he pensado: “¿Y si me criminalizo yo a mí mismo?, pero, vamos… que ha sido algo así… sin muchas ganas, es decir, desapasionado total.
-Ya. Se me ocurre… un crimen de fianzas.
-…Ehhh,… tampoco me convence mucho. A ver, que si hay que ir a la cárcel y luego tengo que pagar una fianza…sea; pero si tengo que pagar primero la fianza sin haber ido a la cárcel… pues no me parece bien. ¡Para qué nos vamos a engañar!
-En eso tiene razón. Pero es que se me están acabando los crímenes. ¡Ah! Ya sé. Se me había olvidado. Tiene que ser un crimen organizado.
-No es que quiera llevarle la contraria, de verdad; pero es que yo… vivo solo y claro, tengo mi orden, pero es un orden totalmente desorganizado. Vamos, que soy el único que sabe donde se encuentra cada cosa.
-Pues… sintiéndolo mucho, ya no me quedan más crímenes.
-Mire, yo lo que quería era una cosa sencilla. Así, de andar por casa. No sé… robarme algo, por ejemplo.
-Ah bueno, pero eso es otra cosa. A ver... ¿Qué es lo que había pensado robarse?
-Yo quiero robarme algo que me haga subir la adrenalina, pero que no me cueste mucho. Lo que es a nivel de cárcel, quiero decir.
-Vale, vale. Ya le entiendo. ¿Qué tal el coche?
-¡Sí, claro! ¿y cómo voy luego a poner la denuncia?
-Es que me lo pone usted muy difícil. Veamos… ¿de qué importe estaríamos hablando?
-Ahora, aclárese usted, que me están empezando a entrar dudas. Importe ¿de qué? ¿De lo que quiero robar?, ¿de lo que quiero pagar de fianza? o ¿de lo que me va a cobrar por sus horarios?
-Será por mis honorarios.
-Sí, y por sus horarios; que parece usted un taxista., mareándome para perder más tiempo sin llegar a buen puerto.
-Entonces… ¿con lo que robe se va a hacer un crucero?
-Pues mire... no creo que me de para tanto. Me he estado espiando y soy un “mindundi”. No gano lo suficiente para robarme.
-Y ¿cómo piensa pagarme?
-Con lo que saque del robo.
-O sea que se roba a sí mismo para pagarme a mí mismo ¿no?
-Bueno, bueno, no se anticipe que primero tendrá que resolver el crimen.
-¡Si es que aún no sé qué es lo que va robar!
-Es que… me cuesta decidirme. Soy tan pobre…
-¡Pues no se robe, hombre!
-Ya, pero entonces… ¿qué valdría mi palabra? ¡Si primero digo que quiero cometer una fechoría y a la primera de cambio, me rajo!
-Rectificar es de sabios.
-…No sé, no sé…
-Sí hombre. Piense ¿qué va a ganar?
-Pues lo que me robe.
-Sí, pero ¿qué es lo que va a perder?
-Pues… lo que me robe.
-¿Lo ve? Al final se quedaría usted como estaba al principio.
-¿Usted cree?
-Bueno,… exactamente no. Aún me seguiría debiendo dinero.
-Entonces, tengo que seguir con el plan. A ver… ¿cuánto le debo?
-Veamos… la visita, más la información acerca de los posibles crímenes, más las pruebas de que es usted un criminal y que se va a robar así mismo… son…
-Espere, espere, que aún no ha averiguado cuando voy a cometer el delito ni dónde.
-Bueno, eso subirá los costes.
-¡Maldición! No había contado con ese gasto extra.
-Venga… si me dice cuándo piensa actuar, no le cobro el servicio.
-Pero… ¡si no he utilizado el baño!
-No. Me refiero al servicio de averiguar el momento en el que piensa delinquir.
-¡Ah vale! Me parece justo. Pues… mañana no tengo que ir a trabajar porque es sábado y había pensado en levantarme tarde… quizás después de desayunar, que ya habré cogido fuerzas.
-Muy buena elección. Y ¿dónde desayuna usted normalmente?
-En la cocina. Como todo el mundo ¿no?
-Justo el lugar ideal para atracarse. Primero se pega un atracón desayunando y luego se atraca el bolsillo.
-¡Es verdad! Y así mato dos pájaros de un tiro.
-¡Oiga! Usted no me había dicho nada de armas.
-¡Ni usted tampoco!
-¿Y se va a apuntar a sí mismo?
-No creo. A mí las pistolas me dan mucho miedo. Si hasta compro baguettes.
-Pues a ver cómo piensa hacerlo, porque como le dé por resistirse…
-No, tranquilo. No creo. Yo soy muy cobarde. Seguro que me dejo hacer.
-Entonces, hemos quedado en que se va a atracar mañana usted a usted mismo, en la cocina de su casa después del desayuno.
-¡Madre mía! ¡Es usted un genio! ¿Cómo lo ha averiguado?
-No puedo contárselo. Secreto profesional.
-¡Ehhh! Falta una cosa. Aún no me ha dicho cuánto me voy a atracar.
-Es verdad. Perdone. Se va a atracar dos mil trescientos veinticinco euros con treinta céntimos.
-¡Me tiene usted asombrado! ¿Y cómo ha sabido la cantidad exacta?
-Porque son mis honorarios.

Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fin de Semana!!!

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