sábado, 5 de mayo de 2018

DESPEDIDA


Al final ha pasado algo que no imaginé en la vida que podía pasar. Sé que lo sabéis… sé que soy muy pesada, pero el hecho es que he llegado a los... ¡¡¡500 ejemplares!!! vendidos de “Me llamo Asia… mi primera novela… y eso conlleva que este blog ha cumplido su misión: teneros a vosotros y haceros partícipes, semana tras semana, de la evolución de mi sueño.
La verdad es que no puedo ocultar mi satisfacción. Encender un día el móvil y ver un mensaje y otro y otro, de todos vosotros, de cada uno de vosotros, diciendo que os gusta lo que escribo y animándome a seguir por este camino... es algo que unos meses antes ni me lo hubiera podido creer.
Este blog comenzó siendo una aventura, un subidón de energía cada vez que le daba al botón de “Publicar”, un montón de dudas constantes cuando no me gustaba demasiado la entrada, momentos en blanco de  ¿qué puedo publicar?” y, sobre todo… vergüenza, mucha vergüenza al principio cuando la gente empezaba a enterarse de que quería escribir y acabó convertido en un desahogo cuando quería expresarme, en una búsqueda constante de ideas para contároslas y en una ventana al mundo desde donde os puedo escuchar. Dicen los gurús de la blogosfera que la grandeza de un blog es propiedad exclusiva de sus lectores y, en este sentido, siempre me he sentido muy afortunada.
Por eso quiero daros las gracias por todo lo compartido. Se han quedado muchas cosas en el tintero, pero tal vez por eso ha sido tan divertido llevar este blog: siempre había algo que decir. Supongo que es inevitable dejar cosas en el aire.
Os estoy muy agradecida porque gracias a vuestras críticas favorables encontré ánimos para seguir trabajando y gracias a vuestras críticas negativas… tengo menos amigos (je je) No; en serio… encontré puntos en los que ir mejorando.
Posiblemente este blog sea de lo que más orgullosa me sienta en la vida. Con lo que me costó crearlo… ahora me cuesta mucho pensar que ya no escribiré nada más en él.
Pero tranquilos… para eso he creado otro blog (que ya me he convertido en una experta): NuriaVillarejo.blogspot.com, donde espero que se me pueda reconocer no sólo por “Me llamo Asia”, sino porque, a partir de ahora, empieza lo que podría ser mi carrera real como escritora y una escritora que se precie, debe tener un blog… de otro nivel.
Y nada más. Me quedan tantas cosas por decir que si sigo me eternizo y no quiero que parezca que me han dado un Goya (que llegará).  Muchas gracias a todos por visitar cada semana el blog… gracias por vuestros comentarios… por vuestra paciencia y espero que nos veamos pronto… en la première de la peli, por ejemplo ¿no? O en mi nuevo blog.
Así que, como dijo un amigo… “no digas adiós a quien volverás a ver”
Y ya sabéis… sea el día que sea… ¡Feliz fin de semana!

domingo, 25 de marzo de 2018

MÚSICA ES....

La música es el arte más directo… entra por el oído y llega al corazón…
Para mí, es lo único que necesito para empezar a hacer cualquier cosa. Y eso lo sabe bien mi vecino, que es tan generoso que pone el volumen tan alto, que lo escucha todo el edificio, pero su música es tan variada que aún no he podido averiguar si es joven, viejo, alcohólico, perro, humano o se quiere suicidar. Si algún día meten en la cárcel a la gente por descargar música, espero que, al menos, los separen por géneros musicales… así me enteraré de cómo es mi vecino.
Y lo que me sienta peor aún, es que la canción se equivoque cuando yo estoy cantando, porque, si el cerebro adolescente es un 80% letras de canciones… el mío debe ser un 20% capacidad de retención, así que… imaginaos.
Otra cosa que me gusta mucho de la música es que te transporta a otros lugares. Hoy, por ejemplo, en el restaurante al que he ido a comer, han puesto reggaetón… y me he transportado a otro restaurante. Y para rematar el día, me he encontrado con otra vecina que me dice:
-Mira, esta es mi hija… la menor.
Y, como yo estaba hartita ya de música, he contestado enfadada señalando a mi perro:
-¡Y este el mío: re sostenido!
En fin… que ya se me ha pasado y al llegar a casa, he seguido pensando en la música: Hay nombres de grupos que de tanto escucharlos ya no nos suenan raros, ni genuinos ni divertidos o rocambolescos pero que en realidad son de lo más original. Grupos como:  Black Eyed Peas (¡¿Ojos negros guisantes?! ¡¿Qué narices significa eso?!) Pussycat dolls (¿Muñecas minino?... es decir… ¿Hello Kitty?) No me pises que llevo chanclas (…eh… pues eso… que mires donde pones los pies) Un pingüino en mi ascensor (bueno, con la primavera que estamos teniendo… no es de extrañar) y muchos más, apostaron desde el principio por nombres diferentes y con mucho rollo.
A lo que voy… que me disperso… El caso es que, como me aburría, me he puesto a escribir una historia utilizando nombres de grupos musicales. Aquí os la dejo, para que os riais un poco y para que recordéis alguna que otra vieja gloria.

“Los Rodríguez” son una banda de “Rebeldes”, que siempre van de “azul y negro”, cuyo líder: El “Barón Rojo” (montado en un “Cadillac”), abatió con un “leño” a “la guardia” en “la frontera” de “Triana”. Como iba diciendo, esta banda de “inhumanos” se dedica a fumar “celtas cortos” y a beber “tequila”. Hay que tener mucho cuidado con ellos, porque a base de “golpes bajos” y sin ninguna “pereza”, son capaces de provocarte una “parálisis permanente”. De hecho, son “cómplices” y “presuntos implicados” de la operación: “Objetivo Birmania”, en la que encontraron a varios “toreros muertos” a causa de la “dinamita pa los pollos” con la que hicieron estallar las “Aerolíneas Federales”.
Mi madre no para de decirme: “Ten cuidado con esas “amistades peligrosas” con las que vas” Y yo le contesto: “Mamá, que, aunque parezcan “ángeles del infierno” porque vayan con “revólver”, “obús” y una “navajita plateá”, no son tan “chunguitos.”” Y enfadada me chilla: “”¡A mí no me pises que llevo chanclas” ¿eh?! Yo, a estos “despistaos” les daría “estopa” y ya verían como con el “efecto mariposa” (no confundir con el “efecto pasillo”) en una “radio futura” escucharían que un “zapato veloz” provocó un “siniestro total” al chocar “los burros” con “elefantes” en “el norte””
“¡Mamá…!”, le chillo a mi madre “pero… ¡¿es que has mezclado “jarabe de palo” con “azúcar moreno”?!”
“Mira hijo…”, me dice ahora más suave… “yo sólo te digo que, si fuesen más “héroes del silencio” y se guardasen sus “secretos”, nadie les pondría otra “barricada”… que, ya que son “tahúres zurdos”… que se dediquen a jugar al “parchís” con esas “21 japonesas” que están en “la quinta estación””
Y, enredada en una “danza invisible” en la que “ella baila sola”, “la dama se esconde” (la dama que es mi madre, quiero decir). Y yo, que primero fui burro y después “el último de la fila”, antes de embarcarme en el “sueño de Morfeo”, decido hacer un “mecano” que saco de la “caja de Pandora” con el que, “modestia aparte”, siempre recibo un “olé olé”.
Mi madre aparece de repente, como si fuese el “mago de Oz” y con “la oreja de van Gogh” en la mano, me dice resignada: “Peor…imposible

Y, es cierto... me voy superando. Es imposible que esto vaya a peor. A veces, incluso creo que estoy como una cabra… pero pienso en cómo estáis vosotros… ¡y se me pasa!


Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fin de Semana!!!




sábado, 17 de marzo de 2018

SUPERSTICIONES

¿Eres de los que mandaba las cadenas de email que decían que si no lo hacías tendrías siete años de mala suerte?
A ver… a principios de los 90, cuando Internet era tan desconocido que incluso creíamos que era cosa del diablo… pues sí; pensábamos que la cadena podría ser verdad… y la enviábamos; pero a estas alturas… ¿conoces a alguien al que se le haya cumplido la maldición? No; pero a ti te sigue quedando la duda… “¿y si es cierto?” y lo envías. Por si las moscas. Y, por si acaso, cruzas los dedos para que no te llegue de nuevo. ¿Sabes de dónde viene lo de cruzar los dedos? Resulta que antes de la era cristiana, existía la costumbre de que dos personas enlazaran sus dedos índices formando una cruz para expresar un deseo; una apoyaba a la otra mentalmente para que éste se cumpliera. Hoy en día estamos tan liados que decimos: “¿Para qué?” “Mejor me los cruzo yo solito no vaya a ser que el otro no desee lo mismo que yo y la liemos”.
¿También te crees la maldición del martes trece?
A ver… ¡alma de cántaro!... ¿Qué puede tener de verdad esta maldición que está basada en la última cena que Jesús tuvo con sus doce… ¡DOCE! Apóstoles, un jueves… ¡JUEVES! Santo? Encima… ni siquiera es igual en todo el mundo; que en Estados Unidos la pusieron en viernes para poder hacer una peli y aquí la dejamos en martes para que Josema Yuste se hiciera famoso.
Vivimos rodeados de supersticiones que, como llevamos una vida tan tranquila y llena de paz… pues es lo que necesitamos para dar vidilla a nuestro día a día ¿no?
Tú estás en casa comiendo tranquilamente y tu marido te pide que le pases la sal, a lo que tú respondes que nanai porque sabes que trae muy mala suerte. Así que le das un empujoncito para acercársela y entonces… ¡Ooohhh! La derramas sin querer. ¡Maldición! ¡Siete años de mala suerte! Te levantas corriendo y te echas sal por encima del hombro para deshacer la maldición. ¡Bien! Pero claro, ahora la sal está por todo el suelo, así que coges el cepillo y empiezas a barrer y, otra vez sin querer (o no) le barres los pies a tu marido. “Vaya… ahora no te podrás volver a casar”, le dices con pena. Y él piensa para sus adentros: “Como si alguna vez lo hubiese pensado”.
Todo esto se solucionaría si llevásemos siempre encima un amuleto… algo que, como pierdas, te puede dar un ataque de pánico; algo como una pata de conejo. Pero ¿por qué una pata? ¿por qué de conejo? Según los celtas, cada pueblo descendía de un animal, que no podía ser cazado ni comido. Y ellos solitos decidieron que el nuestro era el conejo. ¡El conejo! Si hubiesen dicho… no sé…el ñú… pues lo entendería; pero el conejo… Por favor… si nosotros nos comemos el conejo de cualquier manera: “Conejo al ajillo”, “Conejo con arroz”, “Arroz con conejo”, “Conejo a mi estilo”…
Y es que las supersticiones están pensadas a mala leche. Sí, porque tú estás ahí teniendo mucho cuidado de no abrir la boca porque no quieres compartir las buenas noticias hasta que estén confirmadas por miedo a que no se cumplan y claro, al final resulta que, o te comes los muñones de las manos porque ya has acabado con las uñas… o revientas. Y una vez reventada… las buenas noticias no sirven de nada.
Y luego hay cosas muy raras. Por ejemplo: ¿hay alguien que abra los paraguas dentro de casa? Si es que, con el tamaño de las viviendas, eso es casi imposible. Y, que si no hay que empezar el día con el pie izquierdo… yo, es que. sinceramente, cuando me levanto no me entero ni de que me he levantado. ¡Como para fijarme en qué pie apoyo primero! Eso sin contar los días que me caigo de la cama. Esos días… ¿qué? ¿Me encuentro en un vacío pedestre? Y encima nadie dice nada de con qué pie hay que acostarse. Pero da igual, porque si tocas madera y dices “lagarto, lagarto” no tienes que temer nada. Y si algo malo te pasa o tienes un mal día, como lo sobre-analizas todo, acabas encontrando un motivo sin sentido: "Ahhh… vale… me he caído por las escaleras, porque Mercurio está retrógrado y mi signo en Venus… no porque yo no sepa andar con tacones”
Pero la lista sigue y sigue. Lo peor que te puede pasar es que vayas a una fiesta de cumpleaños vestido de amarillo que, si no eres Moliére ni actor, te va a dar lo mismo y que, en el camino, tengas que pasar por debajo de una escalera, sin haber encontrado un trébol de cuatro hojas (que eso ya es de ser torpes, porque en Amazon encuentras las semillas a muy buen precio), que, el que cumple los años sea un primo tuyo bizco que te haga brindar con agua y que encima no apague todas las velas de la tarta de una vez. Y, para que sea todo perfecto... el espejo que le ibas a regalar se te ha roto en el trayecto.
No; no me olvido del famoso gato negro, pero… ¿qué quieres que te diga? Si un gato negro se cruza en tu camino, únicamente significa que va a alguna parte. Y nada más. La única cosa que está científicamente probada por la Universidad de Wichita que trae muy mala suerte es encender una cerrilla para encontrar una pérdida de gas. Punto. Lo demás… lo que te quieras inventar.

Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fin de Semana!!!



viernes, 2 de marzo de 2018

CASUALIDADES DE LA VIDA

¿Crees en las casualidades? Es más... ¿sabes realmente qué es una casualidad?
 No. Lo digo con conocimiento de causa; porque la gente habla de casualidades como de millones o de churros. 
Tengo un amigo que, una vez me preguntó cual era mi fecha de nacimiento. "El quince de enero" le contesté. Y me dijo, súperemocionado: "¡Qué casualidad! ¡Cumples los años justo diecisiete días después que el primo de mi mujer que se vino a vivir a Madrid hace dos meses porque se había separado!"
¡¡¿Perdona?!! Vamos a ver... ¡¿Alguien me puede decir qué hay de casual en eso?! Y más aún... ¡¡Y a mí qué me importa!! 
Luego también están los que no creen en ellas y piensan que todo en esta vida pasa por algo... la mayor parte de las veces... por imbécil.
Seguro que todos hemos experimentado en alguna ocasión una coincidencia que parecía tan improbable que nos acabara resultando mágica y epifánica; como si existieran conexiones entre sucesos, personas o informaciones a través de hilos invisibles que tan sólo podemos vislumbrar por momentos ¿no? (Venga... vuelve a leerlo, que no te has enterado de nada).
Casualidad puede ser, por ejemplo, que tu amiga y tú recorráis todos los días diez kilómetros para llegar a esa panadería que hay en la otra punta de la ciudad (donde un cardo de dependienta vende un pan malísimo) con la esperanza de volver a ver al repartidor de bollos más guapo del mundo, y que..., para un día que tú no puedes ir..., porque ha dado la puñetera casualidad de que a tu vecina de arriba se le ha antojado que se le rompiese la lavadora precisamente esa mañana, con el consiguiente calado del techo del salón, tu... "solidaria" amiga, decida acercarse a tu casa para acompañarte y... ¡por causalidad! ¡por arte de magia! ¡o de birli birloque! (que nunca he sabido qué narices significa eso), choque con el camión del guapo repartidor de bollos. 
A mi amiga, claro, eso le parece una señal. Y... ¡aquí está la madre del cordero!, que también es la madre de todos los males y es la base de que muchos psiquiatras incompetentes experimenten overbooking: porque al final se conocen, se gustan... y... nada... que en dos meses será la boda. ¿Qué os parece? Pero todo esto es "un suponer"¿eh?. A mí no me ha pasado.
Pues esto... esto es casualidad; aunque bien mirado, también podría ser la ley de Murphy: "Si algo puede salir mal, saldrá mal" Pero... ¡¿por qué a mí?! Esto debe ser cosa del cine ¿verdad? Es decir, en la misma situación, a mi me tocaría "El príncipe de Zamunda" (por Eddie Murphy) y a mi amiga "Serendipity"
Pero ¿es casualidad o es el destino? Porque la casualidad no se puede prever o evitar pero... el destino... ¿está ya escrito? Y se está ya... ¿también explota? ¿Se puede cambiar con cada paso que das? ¿O ya estaba escrito que ibas a dar ese paso para intentar cambiar el destino que al final no se cambia porque precisamente ya está escrito? Y el que no sepa escribir... ¿cómo lo cambia? Y si no se cambia...  ¿por qué nos empeñamos y nos esforzamos tanto por conseguir lo contrario? Es decir, si el destino ya está escrito y dice que una persona acabará siendo... yo qué sé... por ejemplo, arquitecto... pues... ¿para qué perder años en sacarse una carrera? ¿No?

Pero es que... ¡¡las casualidades pueden existir!!  
Cuando creemos que no tenemos oportunidades, en realidad, no es que no las tengamos... es que no las vemos. Lo que significa que no estamos lo bastante atentos o que necesitamos gafas. 
Cuando nació mi hijo el mayor, hace dieciséis años, que es lo mismo que decir cuatro por cuatro, comencé a escribirle cartas para no olvidar ni uno sólo de los acontecimientos que ocurriesen en su vida. La verdad es que lo hice más por el empeño que tiene la gente en llamarme despistada que por interés. En serio. No entiendo por qué a ciertas personas les puede parecer tan raro que alguna vez me haya dejado a mi hija olvidada en el gimnasio. Bueno dos. Vale... siete. Pero seguro que a todos os ha pasado ¿no? 
Bien, pues hace cuatro días me dio por releer alguna de las cartas y me sorprendió encontrar el siguiente texto: "Comenzaré diciendo que hoy es día veinticuatro, que en mi casa somos cuatro personas, que mi hija tiene cuatro meses y que dentro de otros cuatro, mi hijo cumplirá cuatro años. Y encima yo, estoy leyendo "El Ocho". Que, como voy por la mitad del libro es como si fuese "El Cuatro" ¿no?"
¡Madre mía! ¡Qué fuerte! Pero es que hoy... hoy es... ¡Uno de Marzo de Dos mil dieciocho! ¡¿No os parece increíble?! Todo son casualidades. Marzo es el mes tres y si le sumamos el uno del día que es hoy... hace un total de... ¡cuatro! ¿Y el año? Pues está claro: dieciocho menos dos, son dieciséis que es... ¡múltiplo de cuatro!
Así que esto... es como todo en la vida: que si quieres casualidades... te las tendrás que buscar tú mismo, porque haberlas... haylas.

Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fin de Semana!!!










sábado, 17 de febrero de 2018

SAN VALENTÍN... CON CARÁCTER RETROACTIVO


¡Atención! El día de San Valentín se acerca… ¡menos mal que no tengo que gastar dinero porque estoy soltero! (Famoso lema del 13 de febrero). Seguro que estáis pensando que estar solter@ en esta fecha no debe ser muy agradable. Estáis equivocados, ya que es más fácil y más barato sobrevivir a este día… (una caja de pizza, helado y Netflix) que tener que planear un evento súper romántico y delicado from scratch, lo cual además, requeriría de altas dosis de: DINERO, tiempo y creatividad …tres lujos que no todo el mundo puede costearse .
San Valentín es el día más estresante y frustrante para los hombres desde el comienzo de la Humanidad… es ese día tan temido por las parejas que tienden a olvidarse de las fechas señaladas con resultados ciertamente dramáticos. Es un día que te recuerda los cuestionables gustos de tu pareja a la hora de pedir u ofrecer regalos… es un día en el que... dicen... se hacen regalos a la persona amada... Yo ya le he mandado su regalo a Brad Pitt… ¡a ver si este año me contesta él y no sus abogados!
El mes del amor ha llegado… los enamorados se encuentran en ese estado de tontería suprema provocado por una hormona que segrega nuestro organismo y que desaparece al segundo año de matrimonio. Y mientras unos comienzan a buscar el regalo ideal para sus parejas, otros (normalmente los solteros) repudian el alto grado de mercadotecnia y consumismo que ocasiona tal fecha.
San Valentín es una celebración que debe su nacimiento y su éxito a las marcas y a los esfuerzos comerciales. Si se celebra en todo el mundo... si es un día de hacer muchos regalos y de demostrar, billetera mediante, el gran amor que se siente por el otro, es por culpa de las marcas, los grandes almacenes y una buena estrategia de marketing.
En España no se celebró hasta los años 40, cuando Galerías Preciados se encargó de importarla y con ella llegarían gastos y más gastos en flores, bombones, peluches, tarjetas que son una mina de despropósitos y, en realidad, cualquier cosa de color rojo, con muchos corazones y que proclame, de alguna manera, el amor eterno.
Así que el Efecto Pisuerga… les sirve prácticamente a todas las compañías para hacer su agosto. Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid…, resulta que cada español acaba gastando una media de 40 Euros en regalos para este día que, multiplicados por el número de españoles… estamos gastando… ¡una pasta! Eso sin contar que las reservas en restaurantes aumentan un 75% y el gasto de productos como, por ejemplo, las flores, se dispara.
El hecho de regalar cosas a un ser amado puede parecer un acto nacido del corazón y del puro altruismo, pero realmente no es así. Está científicamente demostrado que, para los hombres, el principal motivo que les lleva a realizar un regalo es… la obligación. Y, además, con diferencia.
El mismo estudio mencionado anteriormente señala que el 25% de los hombres espera algo a cambio del regalo. El 89% de los que compran prendas de lencería, de hecho, piensan en ellos mismos. "Vaya vaya… ¡qué sorpresa! ¿no?"... 
Y ya que estamos con estadísticas… el 53% de las mujeres dejarían a sus novios si no les regalaran nada este día y el 38% de los hombres han pensado en terminar una relación con el fin de no lidiar con el problema de elegir el regalo “perfecto” para sus parejas. Todo esto para acabar regalando… ¡¡osos de peluche!! ¿Realmente es obligatorio comprar esto?... Parece ser que sí porque… reconozcámoslo, sin este tipo de obsequios, el día de San Valentín se convertiría en otro día más, otro día como... el día de la madre, o el del padre, o el del trabajador o...
La cuestión es: ¿cuánto dinero estamos dispuestos a gastarnos en esos regalos? Por si aún no os habéis dado cuenta, el regalo hace la función de tarjeta de visita personal… tiene un componente de vanidad… en realidad quiere decir: “¡Eh… mira!... Así de fantástico soy yo y así de genial es mi regalo”. 
San Valentín es un atentado contra la filosofía de los pequeños detalles de la vida. Atravesar las 24 horas del día de los enamorados supone cruzar una especie de pequeño Las Vegas en el que un montón de carteles enormes y luminosos te… “animan a paladear el amor a tu ritmo, libremente y tal y como quieres” ¡Ja!
¿No lo he dicho ya? El día de los enamorados tiene un efecto “sábado por la noche”: la presión social hace que quedarse en casa sin hacer nada resulte deprimente (y ya sabemos que estar en casa con los ánimos bajos supone una ruta directa hacia la nevera).
Así que… tanto si eres de los que lo aborrecen, como de los que se cagan en Cupido cada vez que llega esta época del año ya que, por su culpa quedas mal con tu pareja, o de aquellos que lo celebran por todo lo alto con su enamorad@... Seas del bando que seas…esto te interesa: Te voy a decir cuales son los regalos que NO debes hacer (jamás de los jamases):
Una caja de bombones con forma de corazón.

No tengo palabras para describir esta horterada. Sí, puede que los bombones sean un clásico en esta fecha tan señalada, pero las ñoñerías y las cursilerías mejor dejarlas a un lado.
Los ositos XXL o los ositos de peluche con corazones. (¿No había quedado claro ya?)
¡Escúchame!... que vas a hacer un regalo a tu novi@, no a una niña de cuatro años. Así que, ve olvidándote de ese oso de peluche que viste en la tienda de la esquina y que decía ‘te quiero’ si le apretabas las orejas. Este regalo sólo puede significar una cosa entre los dos: el fin de vuestra relación tarde o temprano. Yo ya te he avisado.
Globos con forma de corazón.
Sí, con los globos sucede lo mismo que con los peluches. Y si además contienen el típico mensaje de ‘love is in the air’ o ‘eres el amor de mi vida’… date por muert@.
Cena en restaurantes eróticos.

Ni se te ocurra llevar a tu pareja a cenar a un restaurante con comida erótica porque se arrepentirá de haberte conocido. Pueden ser divertidos para celebrar despedidas de solter@s pero para cenar en pareja, NUNCA. Si acaso, eso en la intimidad y, por favor... sin que los demás nos enteremos.
La lencería de “los chinos”.

Regalar lencería no está mal, pero que nada mal, ¡pero ojo! Ten cuidado a ver dónde la compras. Yo sólo te pido un mínimo de decencia y es que ni se te ocurra bajar al chino del barrio a por ella porque te haya pillado el toro. Recuerda que los pompones, los brillos, el encaje de colores intensos y la purpurina no nos gustan a las mujeres, al igual que los “gayumbos”… deberían ser siempre… medianamente cómodos.
El perfume de tu madre/padre.

Si estáis en esa fase en la que todavía os estáis conociendo y no sabes muy bien cuál es el perfume que usa, no intentes acertar regalándole el de tu madre/padre. Saldréis perjudicados los dos.

Y hasta aquí el listado de regalos que NO DEBES hacer por San Valentín. Así que, si tenías pensado sorprenderle con algo de esta lista, te acabo de salvar el culo… para el 2019, digo. Casi es preferible que optes por las típicas flores o recurras a una escapada romántica.

Para los que lo dejan todo para última hora, la compra por Internet es la opción perfecta ya que, con un solo click pueden encontrar un regalo más o menos decente con el que no pretenden... ¡para nada!... quedar bien, si no aprovecharse del descuento que se les ofrece y del envío gratuito a casa. Debe ser que el romanticismo on line se limita a Tinder.
San Valentín... Para unos… es el día de los enamorados; para otros… el día del amor y la amistad; y para muchos… la señal de que falta poco para otra temporada de “Juego de tronos”

En suma, puede decirse que el día de San Valentín es, como el resto de días del año, un momento en nuestras vidas que hemos de aprender a no tomarnos demasiado en serio. 

Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fin de Semana!!!

sábado, 10 de febrero de 2018

¿EVOLUCIONAMOS O QUÉ?

Hoy quiero tratar el tema de la evolución: de cómo los humanos pasamos de ser primates a ser personas; en algunos casos de manera más evidente que en otros, también hay que decirlo. Pero lo digo sin acritud ¿eh? Que yo no tengo nada en contra de la gente poco evolucionada. Está científicamente demostrado que el mundo está lleno de idiotas colocados estratégicamente para que te encuentres, al menos, uno al día, porque hay personas que cuando se van, dejan un vacío irremplazable. Otras, en cambio, dejan un espacio precioso para respirar.
   Hay una teoría genética que a mí me vuelve loca y que dice que todos los seres humanos descendemos de un solo hombre que vivió en África hace 60.000 años. ¡¡TODOS!!... ¡¡DE UNO!!... A mí que me lo expliquen… Aunque la teoría más conocida es la de que venimos del mono. Y yo pregunto: “¿Os habéis parado a pensar qué hacemos cuando vemos un mono en la tele?” “¿O en el zoo?”… ¡Nos reímos de él!!  Y a mí me parece que eso está fatal, porque es como reírte de tu abuela y reírse de los abuelos está feo. Es como si dices: “Abuelita, di Facebook” Y, claro…  a ella le cuesta. Ves que está intentándolo… “Fisbu… Filbu...” Y tú ahí… muerto de la risa. Pues si haces eso, ¡eres un nieto repugnante, que lo sepas!
Lo increíble de la evolución es que, si miramos más atrás, resulta que los seres humanos hemos evolucionado de los peces. ¡Atención!... ¡Ojo! ¡Que ahora nos los comemos! ¡¿Qué nos pasa?! Hablo en serio. Nos estamos comiendo a nuestros antepasados y eso… ya si que es una locura, porque es como si en la cena de Navidad, tu abuelo va a darte dos besos y tú le muerdes la cara y tratas de comértelo. Eso ya no es una locura… eso es estar enfermo directamente.
Siempre nos han dicho que el ser humano es el más inteligente de los animales y… hombre, pues si nos comparamos con una polilla… que está todo el día ahí…”¡Bombilla, bombilla, bombilla…!”, hasta que al final…¡plof!... se estampa contra ella… pues sí. Ahora, que si nos comparamos con el mono… andamos un poquito rozando el empate. Porque… sí, vale, nosotros construimos las pirámides… ¡punto para la humanidad! pero el mono aún tiene el sentido común de bañarse desnudo… ¡punto para ellos!
Si lo pensamos bien… es increíble que la evolución nos haya llevado de hacer nuestros primeros pinitos con un palo como homo habilis, a haber creado un sencillo aparato que es capaz de recoger las vibraciones de la voz humana, transformándola en una serie de dígitos, depositarlos en un almacén infinitesimal y reproducirlo al gusto de la gente. Por lo demás… la evolución es una mierda. ¿Que no? Mirad… el primer gran descubrimiento  fue la rueda… ¿y el segundo?...¡el bache! Por supuesto.
Antes de continuar con mi tesis, me gustaría lanzar un mensaje a título personal, ya que estoy… a ver cómo lo expreso…. ¿indignada? ¿harta? No sé… pero por favor, ¿podéis dejar de hablar a los perros como si fuesen personas?... ¿Ya?... ¿Del todo?... ¿Para siempre? Y así dejaremos de humillarnos como especie. De verdad… no lo hagáis más. No habléis a los perros como si fuesen personas porque ¡son perros! Esto nos deja muy mal de cara a otros animales.
Bueno… ya me siento mejor, así que… ya puedo continuar.
Hay una parte de la evolución que me encanta y que es la relacionada con la música.
¿Sabéis cuáles fueron los primeros sonidos musicales que escuchamos los seres humanos?... El aire en las hojas, los pies pisando la arena… y el sonido de la lluvia. Y, claro, ése fue el problema…. Que tanto nos gustó, que nos inventamos coreografías para llamarla, pero… por raro que parezca, nos debimos equivocar con las coordenadas y por eso en unas partes llueve mucho y en otras nada.
¿Y los egipcios?
 ¡Madre mía lo que les gustaba el lujo y el oro! Si hasta se ponían monedas en la ropa para bailar… Que, por cierto… la danza del vientre… era para ir mejor al baño ¿no?
Luego está la música clásica que es un lío. No hay quien se aclare. La primera vez que yo escuché música clásica, alguien me preguntó si me gustaba. “Me encanta”, contesté. Y volvió a preguntar: “¿De Verdi?” Y yo dije: “Lo juri”. …Y me miró raro. No sé qué le pareció tan extraño, si tenemos en cuenta, por ejemplo, que existió Beethoven: un perro con nombre de músico y luego apareció Pitbull: un músico con nombre de perro… que encima está en todas partes. ¡Que yo tengo miedo de cantar en la ducha por si aparece para hacerme los coros!
Y, de una época a otra, llegamos a la música de los 60 donde todo era paz, amor y el plus para el salón; a los 70… época en la que se produjo el mayor consumo de Dalsy y Apiretal de todos los tiempos, debido a la “Fiebre del sábado noche”. Bueno, a eso… y a que los niños en esa época eran perfectamente estrangulables. Fijaos que la frase que más oían esos niños era: “¡Madre mía qué tonto te pones cuando hay gente!” Porque cuando había gente, siempre salía el típico niño que llegaba y le decía a su madre, tirándole de la falda: “Quiero cantar, quiero cantar, quiero cantar...” Y la madre: “¡Venga, canta!” y entonces decía: “…Es que me da vergüenza…”
En fin, que al final, la música, como todo, pasa por un ciclo:
Fase 1.- Escuchas una canción que te encanta
Fase 2.- La escuchas 348.523 veces
Fase 3.- Te aburres
Fase 4.-  Vuelves a la Fase 1.

Y así… ¡¿cómo vamos a evolucionar?!
Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fin de Semana!!!


lunes, 5 de febrero de 2018

UNA HISTORIA DE PURA CASUALIDAD. PARTE DOS

Si desea la opción de: "quiero seguir con mi aburrida vida",.. pulse uno.
Si desea la opción de: "quiero hacer lo que me de la gana por un día",.. pulse dos.
Para cualquier otra consulta:...espere sentado.

A las siete de la mañana sonó el desolado despertador que descansaba desamparado sobre la aislada mesilla de mi deshabitada habitación, como venía sonando cada mañana desde hacía diecisiete solitarios años. ¡Cuánta soledad, por favor! Abrí los ojos y me di cuenta de que era el día de mi cumpleaños.
Yo no sé lo que pasaría en ese momento por mi cabeza, pero decidí arriesgarme. Llamé a la empresa en la que trabajaba para contarle a un frío ordenador que la operadora trescientos veintidós (que era yo) no iría a trabajar. Por supuesto, la máquina ni siquiera se dignó en preguntarme el motivo. Eso sí, se encargaría de que recibiese un regalo de cumpleaños a final de mes, en forma de descuento en la nómina; pero me daba igual. Me había cansado de hacer siempre lo que todo el mundo esperaba de mí. Para ser sinceros… en mi vida no había "todo el mundo"; sólo compañeras de trabajo, de las que lo único que conocía era su número de operadora (y su coronilla; que es lo que podíamos vislumbrar desde nuestros cubículos). Sabía perfectamente que nadie me llamaría para desearme que pasase un feliz día.
Me dirigí a mi desguarnecida cocina para prepararme un café (solo. Por supuesto) con la única compañía de una aislada magdalena y empecé a programarme el día. ¡Siempre había querido hacer tantas cosas!, pero nunca había tenido tiempo. Así que decidí que iría a..., o también podría hacer..., o me acercaría a... Bueno, tenía más que claro que no sabía a lo que dedicaría ese día tan especial para cualquier persona menos para mí; pero si había decidido pulsar el dos... ya no había vuelta atrás. ¡Adelante!
Me duché, me vestí, me pinté, me peiné y salí al rellano de mi despoblado séptimo piso, con una enorme sonrisa dibujada en la cara que tardó exactamente siete segundos en desaparecer, al comprobar que el ascensor estaba estropeado. "Vale. No pasa nada. Sólo tengo que bajar las escaleras". Respiré hondo y comencé el descenso. Apenas había apoyado un pie en el primer escalón cuando sonó mi móvil. Jamás me llamaba nadie, así que, como era de esperar, me sobresalté, lo que produjo que perdiese el equilibrio y mi pierna fuese a parar tres escalones más abajo. Oí como una especie de chasquido en la rodilla izquierda, pero decidí no hacerle caso. Me incorporé lo más rápido y dignamente que pude (¡Qué caída más tonta!) y contesté al móvil.
-¿Sí?
-¿Trescientos veintidós?
-Sí, soy yo.
-Soy la cuatrocientos quince. No has venido a la plataforma ¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?
-...Ehhh, sí, sí. Es que....es mi cumpleaños.
-Ah, pues...felicidades. Y ¿no vas a venir hoy?
-No.
-Vaya. Se te ha olvidado que hoy venía el jefe de equipo de la plataforma vecina y... ¡no vas a estar!
Llevaba años enamorada del jefe de equipo de la plataforma vecina, al que veía pasear de vez en cuando por entre los puestos de las operadoras. Ni siquiera sabía su nombre, ni había hablado con él, pero...le amaba en silencio y la operadora cuatrocientos quince era la única que conocía mi secreto, aunque no mi identidad. También era mala suerte. "Vale. No pasa nada." Si el destino había decidido que no nos debíamos encontrar, algún motivo tendría. 
Lo primero que haría sería  ir al centro comercial a ver tiendas. Estuve siete vacíos minutos en la desierta parada cuando por fin llegó el autobús. Estaba pagando el billete al conductor, cuando una señora subió a toda prisa, empujándome y dejando caer el peso de sus aproximadamente setenta y siete kilos sobre mi pie izquierdo.
-Lo siento, lo siento. Perdone ¿está usted bien?
-Sí, sí. Tranquila. No pasa nada-contesté apretando los dientes.¿Qué iba a decir?
Me senté en un asiento junto a la ventana y en la siguiente parada, un hombre con gorra se sentó a mi lado. Aún quedaban dos paradas para llegar al centro comercial, cuando empezamos a ver bastante jaleo en la calle a través de las ventanillas. El autobús se paró y comprobamos que  un motón de coches de policía y de ambulancias delante de nosotros  nos impedían el paso. La puerta del autobús se abrió y subió un policía.
-Señores, van a tener que permanecer unos minutos en el autobús, ya que, por lo visto, se ha escapado un elefante del zoo. No salgan del vehículo. Ya les avisaremos cuando puedan reanudar la marcha. Gracias.
Y se bajó del autobús antes de que pudiésemos hacerle alguna pregunta.
"Vale. No pasa nada. Seguro que es cuestión de minutos".
La gente se agolpaba contra las ventanas intentando enterarse de algo. A unos les parecía una situación divertida; otros estaban enfadados porque llegaban tarde; yo un poco desilusionada porque mi día estaba resultando un fiasco y el hombre que tenía al lado... El hombre que tenía al lado se quitó la gorra y yo casi me quedé sin aliento. Era el jefe de equipo de la plataforma vecina.
-Seguro que no se les ha escapado ningún elefante. Lo más probable es que la hayan liado con el tráfico, como siempre, y ahora tenemos que pagar nosotros las consecuencias-dijo echándose un poco sobre mí, para poder mirar mejor por la ventanilla.
-...Ehhh....sí, sí,....seguro-contesté sin poder dejar de mirarle yo a él.
-¡Pues yo no me pienso quedar aquí! Tengo muchísima prisa-él seguía mirando por encima de mi cuerpo...
-¿Ah sí? ¿Por...por qué? ¿Va a trabajar?-y yo le miraba por encima de mis gafas...
-¿A trabajar? No. No. Tengo que ir a recoger mi coche que está en el taller.
-Para ir a trabajar ¿no?
-¡Qué manía le ha dado con trabajar!-me miró fijamente-¡Que no, que no voy a trabajar! ¿Usted sí?
-...No,...no. Yo tampoco-yo me hundí en el asiento. ¡Me estaba mirando!
De repente, me cogió del brazo y me sacó del asiento con un fuerte tirón.
-Pues...véngase conmigo.
-¡¿Cómo?!
-Usted sígame el rollo-y le seguí-Por cierto, ¿cómo se llama?
-Jenny.
-Pues...tiene más pinta de llamarse Luisa. Bueno, da igual. Yo soy Fernando, pero todo el mundo me llama Fer.
"Fernando... ¡qué nombre tan bonito!... como Fernando el Católico... o Fernando Tejero..."
Me agarró de la mano y, aunque probablemente él no lo notó, yo sentí como una descarga de electricidad que me subía desde el dedo gordo del pie y llegaba hasta el último pelo de mi cabeza. Y juntos, nos dirigimos hacia el conductor.
-Perdone, mi mujer no se encuentra bien y tenemos que bajar-dijo sin soltarme la mano. (Con lo de su mujer se refería a mí. Por si alguien no lo entendía).
-Lo siento, pero ya ha oído al policía.
-Ya, pero es que  le digo que mi mujer no se encuentra bien y puede ponerse a vomitar en cualquier momento.
El conductor salió de su asiento, nos apartó un poco y comenzó a vociferar:
-¡A veeeerrr! ¿Alguien tiene una bolsa de plástico para esta señora?
-Perdone, pero… ¡no soy señora!-le dije muy digna."¡Faltaría más!"
-¡Chisssttt! Cállese o no nos dejarán salir-me susurró Fernando.
Y, casualidades de la vida,  nadie tenía una bolsa, porque ¡mira que es raro que nadie lleve!
-A ver... un segundo-dijo el conductor, abriendo la puerta delantera del autobús y  asomándose para llamar a uno de los policías que se encontraba a pocos metros de allí, mientras yo me sentaba en uno de los asientos fingiendo un terrible dolor de tripa.
-¡Agente! Este señor dice que su señora no se encuentra bien.
-¿Y cómo sabe este señor que mi señora no se encuentra bien? ¡¿Es que están liados?!
-No. Su señora no. La de este señor.
-Ah...Y... ¿qué le ocurre?
-Verá. Es que tiene un fuerte dolor de estómago y tenemos que bajarnos-se adelantó a explicar Fernando.
-No estará de parto ¿verdad?-comentó una señora que estaba sentada detrás de mí.
-¡¿Cómo?!-chillé.
-Sí hijita... Se te ve muy avanzada ya...
Me levanté del asiento con la cara encendida por la rabia y la intención de agarrar a la "dulce señora" por el cuello y acariciarle la cara... con un martillo, pero entonces sentí una fuerte punzada en la rodilla izquierda al plantar el pie con fuerza en el suelo, lo que hizo que me doblase de dolor. Fer me sujetó por los brazos y me dijo al oído: "Tranquila. Es perfecto. ¡Qué idea tan buena! Métete el bolso debajo del jersey".
-Señora, ¿se encuentra bien?-volvió a preguntar el agente.
-Ya le ha dicho mi marido que ¡no!-"Mi marido... ¡qué bien sonaba!"
-A ver...díganme sus nombres. Hablaré con el teniente, a ver si se puede hacer algo.
-Jenny y Fer.-contestó "mi maridito"
-El de los dos, por favor.
-Jenny y Fer.
-Oiga ¿me está vacilando?
-No, no. Jamás se me ocurriría. Verá... yo soy Fer... de... Fernando y ella es Jenny... de Jennifer.
-¿Y por qué no lo ha dicho desde el principio?
-Para ir más rápido.
-¿Adónde?
-A ningún sitio...
-Entonces ¿para qué me han llamado?
-Para que nos dejen salir.
-Ya, pero es que no se puede.
-Ya, por eso le hemos llamado.
-¡Me está usted poniendo nervioso! ¿Quiere explicarse de una vez?
-Sí, sí,....me llamo Fernando y mi mujer, que es ésta de aquí, y que se llama Jennifer, no se encuentra bien. Necesitamos que nos dejen salir del autobús.
-Y ¿por qué no me ha dicho esto desde un principio?
-Para no perder tiempo.
-Pues hubiésemos perdido menos si lo dice así antes.
-Sí, pero yo creía que así abreviaríamos...
-Bueno, bueno, quédense aquí, que ya me han hecho perder demasiado tiempo y veré qué puedo hacer.
Fer se sentó a mi lado y sonriendo me dijo:
-Este tío no parece muy listo. A ver si podemos salir pronto.
-¿Por qué tienes tanta prisa?
-Verás...tenía que haber ido a trabajar, pero...esta mañana cuando me levanté,...me sentí...no sé...diferente y decidí... ¡mandar todo a la porra!...bueno, no para siempre. Me cogería el día libre para hacer...cosas. Así que no pienso desperdiciarlo encerrado en un autobús.
Si no hubiese estado sentada, me habría caído al suelo de la emoción que sentí al escuchar a Fer. El destino nos había hecho actuar de la misma manera y...nos había unido. ¿O había sido todo casualidad? 
Tuve que sustituir la tonta sonrisa que llenaba mi cara por una mueca de dolor no tan fingido, cuando el agente de policía volvió a subir al autobús para comunicarnos que el sargento le había dicho que acercarían una ambulancia para poder trasladarnos al hospital.
Cuando intenté incorporarme, el dolor (real) en la rodilla era tan intenso que apenas podía andar.
-Muy bien. Lo estás haciendo muy bien.-Me susurró Fer al oído, pero yo le miraba con desesperación... 
Llegó la ambulancia y uno de los camilleros subió enseguida.
-Buenas... soy el camillero.
-Buenas... soy el Doctor González, ginecólogo-se presentó Fernando-y ésta es mi señora, que...se encuentra indispuesta.
-Muy bien doctor. Estamos a su servicio. ¿Qué necesita?
-De momento, llévenos al hospital.
-¿No querría inspeccionar antes a la paciente?
-No, no,...si yo...ya la tengo muy inspeccionada.
Me tumbaron en la camilla, me metieron en la ambulancia y llegamos al hospital. Se llevaron a Fernando para que rellenase los papeles del ingreso y a mí me sentaron en una singular silla de ruedas y me aparcaron en la desértica  sala de espera de unos abandonados paritorios.
Estaba sola, apartada, retirada,...vacía. "¡Pues vaya un día de cumpleaños!"  Estaba convencida de que Fernado habría aprovechado la ocasión para escaparse y ahora yo, tendría que dar setecientas mil explicaciones a todo el mundo. Hasta que apareció de nuevo  corriendo como un loco.
-¡Venga, date prisa! Vámonos ahora que no hay nadie.-Pero a mí me dolía cada vez más la rodilla, o el pie, o la pierna completa... ya no sabía muy bienel qué,  porque el dolor se iba extendiendo- Pero incorpórate. Ya no hace falta que finjas.
Y haciendo de tripas corazón, apoyé el pie en el suelo y aguanté el dolor como una jabata. Como una jabata que se muerde la lengua y aprieta los ojos para no llorar.
El resto del día fue un sueño para mí. Comimos juntos, y con cada bocado yo apretaba los dientes para aguantar el dolor; paseamos juntos, y yo buscaba cualquier lugar que me sirviese de asiento; fuimos al cine juntos, y... pude respirar. Cuando salimos del cine, Fer me preguntó:
-¿Qué te pasa en la rodilla? Es como si se te fuese hacia atrás. ¡Qué graciosa. Pareces una cigüeña!
Y tuve que contarle lo que me había ocurrido y que llevaba desde por la mañana aguantando el dolor.
-¡Madre mía! ¡¿Por qué no me lo has dicho antes?!-me chilló. Pero preocupado. Es decir, que me chilló pero con preocupación; no fue chillar de regañar. No. 
Me subió al hospital en su coche y aparcó en la zona de urgencias detrás de una ambulancia. Mientras intentaba ayudarme a salir del coche, un par de enfermeros se acercaron para poder echarle una mano.
-¡Hombre, doctor! ¡Otra vez por aquí!-los mismos enfermeros de la ambulancia.
-Sí, sí,...mi mujer,...que lleva un día...
Y me volvieron a sentar en otra singular silla de ruedas (o a lo mejor era la misma) y me aparcaron en la desértica sala de espera de traumatología, hasta que apareció un celador y me llevó a otra sala para hacerme pruebas. 
Y él...se había ido.

DESENLACE
Y vivimos felices y comimos perdices en un chalet de un barrio lujoso de Alcobendas.
¡Pues vaya un final para un cuento!
Es la Moraleja.
Ah.
Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fín de Semana!!!

viernes, 26 de enero de 2018

UNA HISTORIA DE PURA CASUALIDAD

CAPÍTULO 1
-Veamos… tiene usted una rotura del ligamento lateral externo. Lo siento señora, pero vamos a tener que escayolarla y deberá mantener reposo al menos durante siete semanas.
-¿Me pide perdón por llamarme señora o por escayolarme?
-…¿Perdón?
-Pues... no sé si perdonarle, la verdad.
-Pero… ¿qué está diciendo, señora?
-¡Y dale! Así que me pide perdón por escayolarme.
-Disculpe, pero yo no le tengo que pedir perdón por nada.
-Pues es usted un grosero. Que lo sepa.
-Mire señora…tengamos la fiesta en paz que yo sólo hago mi trabajo.
-¿Y le ha tocado trabajar en fiesta?
-A mí no. ¿Y a usted señora?
-¡Qué manía!… ¿por qué se empeña en llamarme señora?
-Bueno... por educación, supongo.
-¡Pues deje de suponer, que no es su trabajo!
-Señor, dame paciencia, pero… ¡dámela ya!
-¡¿Cómo dice?!
-…Eh… No… que… cada año en urgencias… se alelan más.
-Ahí tengo que darle la razón.
-Vaya… pues… gracias.
-No hay de qué… Oiga, y lo de la escayola... no será mucho ¿verdad?
-Pues... depende de lo que usted considere mucho.
-No sé. Yo no soy escayolista.
-Ni yo tampoco.
-Y ¿cómo se supone que me va a escayolar?
-¡No me líe! Que hace un momento me ha dicho que no suponga nada. ¿Se supone que ahora sí puedo suponer?
-No sé… supongo que sí. Bueno…suponiendo que su trabajo sea enyesar.
-Entonces no, porque mi trabajo es en Madrid.
-Ya. Pero en Madrid también escayolan ¿no?
-¡Pues claro! ¿Qué se ha creído usted?
-Yo lo único que creo es que aquí se pierde mucho el tiempo. ¡¿A qué espera para escayolarme?! ¡Que está empezando a ponerme de los nervios!
-¡Usted sí que me está desquiciando! ¡Que yo no la voy a escayolar!
-Pero si hace un momento me ha dicho que tenían que escayolarme.
-Sí, pero no lo voy a hacer yo.
-¡Madre mía! Para que luego digan que no hay trabajo. Y entonces usted ¿quién es? ¿el informador? ¿el mensajero?
-¡¿Cómo voy a ser el mensajero?! Un respeto, señora. Soy el doctor García.
-Y yo la “Señorita” Martínez. Encantada.
-¡Anda! Pues mucho gusto. Y ahora, quédese aquí quietecita que enseguida vendrá el enfermero que "sí" va a escayolarla.
-Sí... no sé dónde quiere que vaya. Le recuerdo que tengo lesionada la pierna.
-…Lástima que no sea la boca.
-¿Cómo dice? Es que habla tan bajo que no le oigo.
-Nada, nada… Que voy a ver si ya le toca.
Siete minutos después de que el doctor García abandonase el Box número siete en el que me encontraba, sonó mi móvil:
-¿Sí?
-Hola. Soy el doctor González. Ginecólogo.
Sonreí, porque esa simple llamada consiguió que dejase de preocuparme por la dichosa escayola.
CONTINUARÁ....

Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fín de Semana!!!