lunes, 29 de mayo de 2017

MI PRIMER DÍA DE GIMNASIO

He pensado que quizás os apetecería comenzar la semana con buen humor. Espero arrancaros unas cuantas risas... si no es hoy, tal vez mañana.
. . .

Recuerdo que hacía una semana que me habían despedido del trabajo. Mi jefe me llamó al despacho y me dijo algo así como que me estaba haciendo un favor, que yo merecía un puesto de trabajo mejor donde me valorasen más y que él ya no podía permitirse pagarme; así que, con todo el dolor de su corazón, me dejaba libre para que encontrase mi camino. Él, mientras, se resignaría contratando a una... joven, veinte años más... joven que yo.
Me pasé toda la semana sin saber qué hacer, o a dónde ir ni a quién llamar. Nunca había estado en paro y eso me pillaba por sorpresa. Al final, llamé a mi amiga Maribel, que siempre sabía lo que había que hacer, y me dijo:
-Pero… ¡eso es genial! Ahora podrás hacer un montón de cosas. Tómate un año sabático. Te lo mereces. Llevas toda la vida trabajando. Disfruta un poco y, dentro de un año, si eso, empiezas a buscar algo.
-Vale-contesté-Y ¿qué hago?
-Pues… si quieres… vente mañana conmigo al gimnasio y luego vamos programando el resto del día.
A la mañana siguiente, el sol se coló por las rendijas de la persiana de mi dormitorio, produciéndome un leve cosquilleo en los brazos, que me hizo despertar. Abrí los ojos y absorbí la energía y el calor; inspiré profundamente y sonreí. Todo apuntaba a que iba a ser un día especial.
Quería comenzar una nueva vida y quería hacerlo bien. Esta vez, me tomaría muy en serio lo del gimnasio, así que la noche anterior decidí que lo primero que tenía que cambiar era la alimentación. Busqué por Internet la receta para un desayuno saludable, pero, por supuesto, no contaba ni con la mitad de los ingredientes. Pensé (¡ingenua de mí!) que no pasaría nada si los sustituía por otros similares:
- Un huevo cocido y hummus. El huevo cocido… sin problema; pero… el hummus… ¿puré de garbanzos con zumo de limón?... Bueno, los nutricionistas sabrían más que yo, así que, cogí un bote de garbanzos ya cocidos y los machaqué junto con el zumo. Resultado:… ¡asqueroso!
- Una rebanada de pan de semillas con una cucharadita de margarina orgánica. El pan de molde normal, el de toda la vida, reemplazó al de semillas, pero, eso sí, le unté mantequilla y mermelada de ciruela que, aunque no es orgánica, va muy bien para el organismo.
- Un plátano envuelto en pipas de girasol. ¡Menos mal que encontré en casa una bolsa de pipas “Tijuana”!. Las pelé (y también se pelaron mis labios con la sal) y rebocé el plátano con ellas. Sinceramente… me pareció una guarrería.
- 150 mililitros de yogurt griego con dos cucharadas de chía (dos cucharadas… ¡¿de qué?!) y media tacita de fresas. Sólo encontré en la nevera un flan de vainilla, al que eché semillas de lino que utilizaba para el estreñimiento. No tenía fresas, pero me zampé dos cucharadas de mermelada de arándanos en compensación.

Había quedado a las nueve con Maribel. Aún disponía de una hora para “digerir” todo lo que había introducido a presión en mi estómago, si conseguía no vomitarlo antes. “¡¿En serio esto es lo que se desayuna normalmente para hacer deporte?!”, pensé, “supongo que, después… no se comerá… ¿no? ¿o sí?”
Sujetándome la barriga y arrastrando los pies, me dirigí al dormitorio para vestirme con el supermodelito deportivo que tenía guardado en el armario desde hacía… desde que hice la Primera Comunión (más o menos). La malla, de un antiguo y ahora dudoso color azul, me entró sin problemas (¡bien!) y el top… bueno, me quedaba un poco grande, pero con un sujetador con relleno, no se notaría demasiado. La imagen que me devolvió el espejo no se correspondía, para nada, con la que se había creado en mi mente. Esa… “tripa”… ¡¿era de verdad mi tripa?! Si se… desparramaba, literalmente, sobre la descolorida malla; y por detrás, la cosa no mejoraba: ¡¿cuándo mi culo se había elevado al cuadrado?! y el top… ¡Madre del amor hermoso y Virgen de la pata a rastras! El top se había dado tanto de sí que ni metiéndome dos pelotas de tenis lograría llenarlo por completo. ¡Un desastre!
Cuando llegó Maribel, ya estaba pintada, peinada y con una enorme camiseta de marca encima del top. Lo siento si puedo parecer muy pija, pero yo siempre he vestido de marca: camisetas de Pepsi, gorras de la Caja Rural y cosas así. Y, al menos, tapaba mi cuerpo desde el cuello hasta los muslos.
-¿Lista?-me preguntó Maribel ilusionada.
-Lista-contesté respirando hondo y con una gran sonrisa falsa.
-Creo que podríamos empezar con una clase de Zumba. ¿Qué te parece?-me preguntó mientras conducía de camino al gimnasio.
-Bien, porque… tengo que bajar el desayuno. Lo que pasa es que a mí no se me da muy bien bailar.
-Tranquila. Lo importante es moverse y reír. ¡Ah! Un consejo: no te pongas en la fila de delante. Ese es el sitio de las “pécoras team”.
-¿De quién?
-Verás: son las que llevan en el gimnasio desde antes de que lo construyesen, y piensan que tienen todos los derechos del mundo, entre los que se encuentran el de criticar o el de corregir. Aunque también tienen cosas buenas. Por ejemplo: se saben las coreografías incluso antes de que el monitor las prepare, así que te puedes fijar en ellas para no perderte. Y NUNCA NUNCA se ponen enfermas, con lo cual siempre hay clase de Zumba.
-Bueno, yo me pongo a tu lado y ya está ¿vale?

Continuará...

Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fin de Semana!!!

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