lunes, 22 de mayo de 2017

OPERACIÓN HAMSTER


Tenía que matarla. Tenía que matar a mi amiga. Bueno, ella decía que era mi amiga, pero yo..., yo no sabía cómo había llegado a tener una relación con semejante mujer.
Para empezar, nos quedamos embarazadas a la vez. "¡Qué ilusión!", me dijo. "Ya verás la de cosas que haremos juntas. Será muy divertido".
Yo no podía dejar de vomitar  y ella no paraba de sonreír.
Para ella todo era divino y para mí todo infernal.
Mientras que para mí, el hecho de caminar, ya suponía un esfuerzo terrible, ella se apuntó a clases de Pilates.

Y por desgracia hicieron su entrada los "peorestares". Sí, porque mientras ella estaba cada vez más...guapa (¡qué rabia me daba reconocerlo!), yo no dejaba de coger kilos y más kilos. Cuando ella llevaba tan sólo cinco, yo ya la había duplicado. Su marido la veía cada vez más sexy y el mío me miraba como si yo fuese "Omaíta". ¡Qué embarazo pasé!
¿Y el parto? Resumiendo: Ella tuvo dos contracciones sin apenas dolor; no tuvieron que ponerle la Epidural y en poco más de una hora había dado a luz a una preciosa niña que pesó nada menos que tres kilos cuatrocientos y que midió cincuenta centímetros. ¡Ah! y sin episotomía.
¿Y yo? ¡¿Yo?! Resumiendo: Cuarenta y ocho horas intentando dilatar, con unas contracciones de caballo... ¡Ah, claro! Por eso mi marido no dejaba de repetir "Aguanta los caballos, Charlie", cada vez que me venía una. Pedí la Epidural en el mismo instante en que ingresé en el Hospital: "Por favor, la Epidural", "No, aún no ha dilatado lo suficiente"; "Por favor, la Epidural", "No, todavía no"; "¡Por favor, la Epidural!", "Es que yo soy la señora de la limpieza".
Y, al final, sin Epidural, y con una episotomía de dieciséis puntos, nació mi hija. Pelín chiquitita: dos kilos doscientos y cuarenta y tres centímetros. Y cuando me la pusieron encima,...me puse a llorar. "¡Qué mona! Mira tu hija, qué mona es!" Y yo ya no sabía si se estaban cachondeando o yo seguía bajo los efectos de la anestesia, porque lo que se dice bonita,...mi hija no era.
Afortunadamente, con el tiempo, mi hija cambió radicalmente y se convirtió en una niña preciosa, y educada, y buena estudiante, y simpática,...pero la hija de mi amiga...más.
Toda su vida era más. Si nos comprábamos un coche, ella uno más grande. Si celebrábamos el cumpleaños de la niña en un  parque de bolas, ella lo hacía en la Bolera (con hamburguesa, patatas, bebida y tarta incluidos. ¡Ah! Y una bolsa de chuches para cada niño). Si a mi hija le salía una caries, a la suya le tenían que poner braquets.
Yo ya no aguantaba más. Tenía dos opciones: o me mudaba, o la mataba. Y no podía mudarme. No era una buena fecha para vender la vivienda y además, ¿cómo le decía a mi marido que buscásemos otra casa con la buena combinación de transporte público que tenía para ir a trabajar?
Y total... tampoco se perdería mucho. Seguro que a su marido y a su hija les hacía un favor.
Bien. El primer paso ya estaba dado: aceptar que quería matar a mi... tenía que buscar un nombre en clave.... ¡Hámster! Sí; sería la operación hámster.
El segundo punto era encontrar la forma de... realizar el proceso. Eso ya era un poquito más complicado. No me veía con un cuchillo intentando descuartizarla. ¡Si para hacerme un análisis de sangre, me tenían que tumbar en una camilla! ¿Empujarla por las escaleras?... No. Con lo "superdelgada" que estaba, no rodaría. ¿Atropellarla? ¿Asfixiarla? ¿Ahogarla?... ¿Quemarla? ¡Por favor! Eso olería fatal. A ver,  no es que de repente me hubiesen entrado las prisas por que desapareciese, pero...ya que había decidido eliminarla, no quería demorarme  mucho; más que nada, porque me conocía y sabía que cuanto más tiempo pasase, más vueltas le daría al asunto y seguro que acababa encontrando alguna excusa tonta para no hacerlo.
Me fui al cole para recoger a mi hija y, por el camino me encontré con otra mamá.
-Te veo muy pensativa ¿estás bien?-me preguntó.
-Verás...es que....tengo que deshacerme de... mi hámster y no se me ocurre cómo-decidí arriesgarme.
-¡Ah, bueno! Pues suéltalo en el parque y listo.
-No. Volvería a casa.
-¡Sí, claro! ¿Qué pasa? ¿Que lleva un GPS?-me contestó burlándose.
-Es verdad-dije apurada-¡qué tonta! pero...me da pena que...se lo puedan comer otros animales o algo así.
-Pues...envenénalo.
-¿Qué?
-Sí. Le disuelves una pastilla de Valium en una cucharada de agua y se la das a beber. Ya verás.
"Si un hámster pesa unos cincuenta gramos y necesita una pastilla de Valium para morir, mi...hámster, que debe pesar unos cincuenta y cinco kilos, necesitaría... ¡Sí hombre!" ¡¿De dónde sacaba yo tantas pastillas?!
Al final no iba a ser tan fácil como yo pensaba.
Llegamos a la puerta del colegio y allí estaba ella. Subida en sus impresionantes taconazos, luciendo su increíble tipazo, sin dejar de acariciar su precioso pelazo,....vamos, ¡un ascazo!
-Hola, ¿qué tal?-dije sin ningún entusiasmo y más que nada por educación.
-¡Uy,...fatal! Fíjate cómo vengo, que ni me he podido arreglar siquiera.
-No, mujer. Si estás estupenda.
-Tú que me miras con buenos ojos y eres tan buena amiga.
-Sí, sí, claro-y me empecé a sentir mal por la "operación hámster".
-Mira, en el gimnasio al que voy... ¡dos horas al día!,...me han regalado una invitación para alguna amiga, así que...te elijo a ti.
-No. Déjalo. Es que yo los gimnasios...
-¡Que sí! Que lo necesitas y te vendrá muy bien.
-¡¿Perdona?!
-Mujer, no te enfades, pero te has descuidado un poquito desde que nació la niña. A ver, no es que antes fueses una mujer espectacular, pero ahora,...bueno, pues,...menos aún. Fíjate-le dijo a la otra mamá- somos de la misma edad y vamos,...ni punto de comparación ¿verdad? Si es que está igual que cuando teníamos dieciocho años.
-Pero, entonces...no está tan mal ¿no?
-Hombre, si tenemos en cuenta que cuando tenía dieciocho años ya aparentaba cuarenta...
Y empecé a sentirme bien,...no,....superbien, por la "operación hámster".
-Vale. Voy a ir. Y ¿qué vamos a hacer?
-Me han dicho que hay un monitor de "spinning" que es la leche. Bueno,...quizás sea demasiado para ti empezar con una clase tan fuerte...Lo más probable es que no la aguantes.
-¿Cómo que no? Yo tengo mucha resistencia. ¿Cuándo hay que ir?
Mi... hámster, me había dejado unos pantalones con refuerzo en el culo y unas zapatillas ortopédicas para la clase de spinning, que me hacían parecer...idiota. Con toda seguridad. Para reírse más de mí,.Porque ella llevaba un modelito impresionante. Pero estaba dispuesta a hacerle tragar todas sus palabras.
Efectivamente el monitor estaba impresionante y ella no dejaba de hacerle ojitos, y gestitos y de tocarse el pelito,...y yo casi vomito. Y empezó la clase.
A los cinco minutos, el tío bueno del monitor dijo: "Ya hemos terminado el calentamiento. Ahora empieza la clase". ¡¡¡¿Quéééé?!!!! Yo me quería morir. ¡¿Eso sólo había sido el calentamiento?! Pero miré al hámster, que estaba como una rosa y decidí aguantar. Vi que subía la intensidad de la pedalada y yo la subí más. Vi que se ponía de pie y yo...lo intenté un par de veces,...pero es que...¡costaba mucho!. De pronto, toda la clase desapareció y sólo quedamos el hámster y yo, pedaleando cada vez con más fuerza, retándonos con la mirada, hinchando nuestras caras, sudando lo que no estaba escrito, hasta que...de repente, sentí un fuerte dolor en el pecho, bastante intenso, que se irradiaba hacia el brazo y supe que me estaba dando un amago de infarto y dejé de pedalear.  El hámster pensó que me había rendido y comenzó a reír a carcajadas moviéndose cada vez con más fuerza, como si estuviese poseída, como queriendo regocijarse en su victoria, cuando, por el rabillo del ojo, pude ver que le estaba ocurriendo lo mismo que a mí. Había sobrepasado con creces su ritmo cardíaco, el cuerpo se había sobreesforzado y comenzaba a descontrolarse.
Por fin alguien de la clase se dio cuenta de lo que había ocurrido y...bueno, llamaron a una ambulancia y nos llevaron a las dos al hospital.
Después de tres horas haciéndonos pruebas, un médico se acercó y me dijo:
-Lo siento. Su amiga ha muerto.
¡¡¡¿Quéééé?!!!! ¡¿Cómo que se ha muerto?! ¡¿Y qué pasa con la operación hámster?!

Me parecía increíble. O sea, a mí me da un amago de infarto y ella, para no ser menos, decide que le de un infarto como es debido... y la muy tonta se muere. No es justo.


Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fin de Semana!!!

9 comentarios:

  1. Jajajaja como me a gustado!!!!eres muy grande y muy buena!!!😂😂😂

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    1. Eres genial, me estaba imaginando con tus gestos y tu voz contar esta historia y me estaba partiendo de risa, muy bueno

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  2. Muy bueno Nuria!!!! Más, queremos más,

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  3. ¡Que gracioso! Como te va el humor negro.....
    Me ha gustado Nuria, Felicidades

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  4. Ajjajajajaaj
    Te imaginaba contándomelo y me he partido de risa

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