Y llamaron al telefonillo.
-Es Nani-anunció Olivia con voz
solemne.
Mi madre nos obligó a mi padre y a mí a
quedarnos junto a ellas (como si de una foto familiar se tratase) para recibir
al "afortunado" que venía a comer. Olivia abrió la puerta y, ante nosotros
apareció... ¡el gran Nani! Mis padres y yo habíamos dibujado una enorme sonrisa
de bienvenida… de esas en las que se enseñan todos los dientes y en el mismo momento
en que se abrió la puerta, se desorbitaron nuestros ojos de sus cuencas. Y entonces
mi hermana se... agachó… un poco (la verdad es que casi tuvo que ponerse de
rodillas) para poder besar a su... ¿novio? ¡¿Ese era su novio?!
-Mamá, papá, Ahinoa (Ahinoa soy yo)... éste
es Nani-nos presentó mi hermana y, como si a mi madre acabase de estallarle un
petardo en su elegante culo, de un salto se colocó a la altura de los
tortolitos (bueno… a la altura de mi hermana. ¡Que la mujer no está ya para
agacharse mucho!)
-¡Naniiiii, qué ganas tenía de
conocerte!-mi madre chillando, pero, sin saber cómo lo hizo, antes de acercarse
a su futuro yerno, tuvo tiempo de girarse para decirme con los dientes
apretados: "Ni una palabra".
Y juro que lo intenté. Aguanté... por lo menos, media hora. En serio.
Nos sentamos a la mesa, y yo calladita;
mi madre nos sirvió la paella, y yo sin decir ni "mu"; pero ya…
cuando a mi madre se le ocurrió preguntar:
-Y... ¿cómo ocurrió lo vuestro?- y mi
hermana contestó:
-Fue un flechazo-… yo ya no pude más, y
las palabras salieron solas de mi boca:
-Y a ti te dio en un ojo ¿no?
-No, que parece un poco
flojo...-intenté arreglarlo.
-¡¿Quéééé?!
-Bajo..
-¡Mamáááá!
-¿Cojo?
Intentaba morderme los labios para no decir
nada más, pero era como si las palabras no me obedeciesen:
-¡¿Diminuto, enano, pequeño, menudo,
chaparro, retaco...?!
Olivia lloraba histérica; mi padre comía
paella tranquilamente, sin prestar atención a nada; yo corría alrededor de la
mesa, como si estuviese poseída, intentando taparme la boca mientras mi madre
corría tras de mí con la misma intención, y entre todos nosotros... ¡el gran
Nani! sentado en su silla, mirándonos a todos, sin perturbarse, sin inmutarse...
como si no le afectara en lo más mínimo nada de lo que estaba ocurriendo, como
si todos los días viviera rodeado de los hermanos Marx.
Sin saber cómo, en las manos de mi
madre se materializó la jarra de agua que hacía apenas dos segundos había
estado sobre la mesa y ellas solas (las manos) decidieron verterme su contenido
(el de la jarra…) encima, justo en el momento en que pasaba (yo) al lado de mi
hermana, con lo cual el remojón fue para las dos, lo que provocó que,
automáticamente, yo dejara de correr y mi hermana de chillar.
-Bueno... ¡¿ya estamos más tranquilos?!-preguntó
mi madre sofocada por la carrera. Y, antes de que a nadie se le ocurriese la más
mínima intención de responder, añadió con su habitual voz cantarina-Entonces...
¿quién quiere postre?
Después de tomar café en el salón sin
ningún otro contratiempo, Olivia y Nani se fueron al cine. Mi madre se puso a
recoger el estropicio del comedor; mi padre se perdió de nuevo entre los siete
metros cuadrados de la terraza y yo me fui a mi habitación.... a reflexionar.
Quería pensar en lo sucedido. Tenía que pensar en ello. Necesitaba saber cómo
se había podido enamorar mi hermana de un hombre así. No le encontraba ningún
sentido. Cuando le vi en el rellano de la puerta, no me caí al suelo de la
impresión porque me sujetaba mi padre que si no….
Nani... ¡No! Nani no. Estanislao. Para
mí tenía más pinta de Estanislao que de Nani. Pues Estanislao, (creo que ha
quedado claro) no era un chico... ¿cómo lo diría?… o sea… que jamás le cogerían
para jugar en la NBA. Eso estaba claro, pero es que como algún día se le
ocurriese ponerse un traje rojo… ¡fijo que le confundirían con el extintor! Pero
es que la cosa no se quedaba ahí: también era la persona más anodina que jamás conocí.
No tenía sal, ni espíritu, ni gracia, ni chispa, ni gota... hablaba poco… ¡Poco
es mucho! Hablaba menos que Hello Kity. Tampoco era guapo… ni se le veía
inteligente; más bien era un tipo corriente… ¡ni siquiera corriente!… era
mediocre, vulgar, adocenado, gris, ordinario, apagado, impersonal, rutinario...
común. ¡Uf! ¡¿Qué podría haber visto mi hermana en él?! Averiguarlo sería la
primera parte de mi misión. Aunque lo iba a tener relativamente fácil. Yo no
sería la más lista de la familia, pero mi hermana estaba ahí, ahí, conmigo.
Olivia tenía un diario. Sin llave.
Llevaba años escribiendo en él toda su vida. A veces, cuando me aburría, o
cuando me encontraba triste, me ponía a leerlo. Olivia era tan... graciosa. A
sus veintisiete años, seguía soñando con un príncipe azul, con un cuento de
hadas y con una carroza de calabaza. Así que, aprovechando que nadie me
prestaba atención, como de costumbre, me dirigí a su habitación. Y allí estaba.
(¡El diario! Que hay que aclarároslo todo…) Sobre el secreter. Solo. Sin ninguna
protección. Casi podía oír cómo me llamaba para que le dejase abrirse a mí. Y
el diario me desveló todos los sentimientos de mi hermana.
En primer lugar, había arrancado todas
las hojas escritas antes del encuentro con... Estanislao (¡se me ponía la carne
de gallina con pensar sólo en su nombre!) y comenzaba su historia así:
"Primer
día de mi vida: Acabo de descubrir que hasta hoy no había vivido. O,
únicamente, había vivido una mentira, engañada en un mundo sin sentido. Hoy le
he conocido. He conocido al hombre más maravilloso que pueda existir. Creo que
él siente lo mismo por mí. Cuando nuestras miradas se han cruzado, lo hemos
sabido. He visto su interior y él se ha apoderado del mío. Mi mente se ha
llenado de él y no puedo ni quiero quitármelo de la cabeza.......
Cuando
sus manos rozan las mías, todo mi cuerpo tiembla y cuando siento que sus labios
se acercan a los míos, se me paraliza el corazón…”
Yo sentía que el mío también se paralizaba,
pero era de repulsión.
“Tal
es el fuego de sus besos que se desbordan en pasión, en deseo, en expectación...
que me llenan de ilusión, de impaciencia, de apetito... de más."
¿Todo eso lo hacía... ese... chico?
Pero... ¡¿cómo?! O sea... no sé... tenía que haber algo que se me hubiese
pasado por alto.
"...Nani
es el capricho de cualquier mujer…” (¡¿Einnnn?!) “…Estar con él me
vuelve más... codiciosa, pero del tiempo; porque no puedo soportar estar un
sólo minuto separada de él. Tengo sed de él; le deseo con avidez, con apetito...
mi voluntad.... no existe. Estando con él no la necesito..."
¡Ajá! Así que era eso: el maltrecho de
Nani... ¡drogaba a mi hermana! Pero... ¿para qué? Nosotros no nadábamos ni en
la abundancia ni en las piscinas, que mi madre dice que te puedes quedar
embarazada. Todo esto me olía muy raro. Empezando porque me había dado cuenta
de que ya no llamaba al novio de mi hermana Estanislao, si no Nani. ¿Sería
contagioso? ¿Estaría empezando a sentir algún tipo de… afecto por él? Solté el
diario como si me quemase en las manos y agarrándolo con una toalla, lo volví a
dejar encima del secreter.
Siete meses y una semana más tarde
llegó el gran día. Setenta invitados nos esperarían a las siete de la tarde,
para compartir con todos nosotros los siete platos del menú nupcial que, como
era de esperar, eligió mi madre. Olivia y yo, aún en la habitación, llorábamos
cogidas de la mano; mi hermana de alegría; yo, de arrepentimiento:
-Lo siento, Olivia. Por favor,
perdóname.
-No seas tonta, Ainhoa. No hay nada que
perdonar.
-Pero es que... lo que te hice....
-No pasa nada. De verdad. Las cosas han
salido como tenían que salir-Y secándome las lágrimas con un pañuelo me dijo-Ahora
vamos a terminar de arreglarnos y a disfrutar de este maravilloso día.
En la siguiente escena oí al cura que
decía:
-…Y tú, ¿quieres a Estanislao no se
qué, como legítimo marido, para amarlo, etc, etc, etc, hasta que la muerte os
separe?
Como si estuviese envuelta en una nube,
oí un "Sí, quiero"
sospechosamente apagado.
-Entonces, puedes besar a la novia.
Y antes de que Nani pudiese levantar el
velo por completo, como si los segundos pasasen a cámara lenta, mi mente
realizó un veloz recorrido por los meses anteriores y recordó cómo me había
empeñado en estudiar a Nani, en desentrañar sus misterios, en descifrar su
juego, hasta el punto de que llegó a convertirse en una obsesión. Y esa
obsesión acabó en atracción y la atracción en... ¿amor?
Y, como si estuviese poseída, luché
para que me correspondiese, sin saber que Olivia ya me lo había cedido, incluso
antes de habernos conocido.
Giré la cabeza en dirección a mi madre
y a mi hermana y vi cómo sus miradas de complicidad se cruzaban... y sonrieron.
Y yo noté que algo tiraba de mí: era Nani, que, subido a un taburete, había
conseguido levantarme el velo y acercaba sus labios para besarme.
Lo había conseguido. Mi madre y mi
hermana seguirían juntas.
Y, hasta la próxima entrada, y sea el día que sea... ¡¡Feliz Fin de Semana!!
Y, hasta la próxima entrada, y sea el día que sea... ¡¡Feliz Fin de Semana!!
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