viernes, 17 de noviembre de 2017

¿QUE HE HECHO YO PARA ACABAR ASÍ? PARTE 2

Y llamaron al telefonillo.
-Es Nani-anunció Olivia con voz solemne.
Mi madre nos obligó a mi padre y a mí a quedarnos junto a ellas (como si de una foto familiar se tratase) para recibir al "afortunado" que venía a comer. Olivia abrió la puerta y, ante nosotros apareció... ¡el gran Nani! Mis padres y yo habíamos dibujado una enorme sonrisa de bienvenida… de esas en las que se enseñan todos los dientes y en el mismo momento en que se abrió la puerta, se desorbitaron nuestros ojos de sus cuencas. Y entonces mi hermana se... agachó… un poco (la verdad es que casi tuvo que ponerse de rodillas) para poder besar a su... ¿novio? ¡¿Ese era su novio?!
-Mamá, papá, Ahinoa (Ahinoa soy yo)... éste es Nani-nos presentó mi hermana y, como si a mi madre acabase de estallarle un petardo en su elegante culo, de un salto se colocó a la altura de los tortolitos (bueno… a la altura de mi hermana. ¡Que la mujer no está ya para agacharse mucho!)
-¡Naniiiii, qué ganas tenía de conocerte!-mi madre chillando, pero, sin saber cómo lo hizo, antes de acercarse a su futuro yerno, tuvo tiempo de girarse para decirme con los dientes apretados: "Ni una palabra". Y juro que lo intenté. Aguanté... por lo menos, media hora. En serio.
Nos sentamos a la mesa, y yo calladita; mi madre nos sirvió la paella, y yo sin decir ni "mu"; pero ya… cuando a mi madre se le ocurrió preguntar:
-Y... ¿cómo ocurrió lo vuestro?- y mi hermana contestó:
-Fue un flechazo-… yo ya no pude más, y las palabras salieron solas de mi boca:
-Y a ti te dio en un ojo ¿no?
-¡¿Cómooooo?!-chilló mi hermana.
-No, que parece un poco flojo...-intenté arreglarlo.
-¡¿Quéééé?!
-Bajo..
-¡Mamáááá!
-¿Cojo?
 Intentaba morderme los labios para no decir nada más, pero era como si las palabras no me obedeciesen:
-¡¿Diminuto, enano, pequeño, menudo, chaparro, retaco...?!
 Olivia lloraba histérica; mi padre comía paella tranquilamente, sin prestar atención a nada; yo corría alrededor de la mesa, como si estuviese poseída, intentando taparme la boca mientras mi madre corría tras de mí con la misma intención, y entre todos nosotros... ¡el gran Nani! sentado en su silla, mirándonos a todos, sin perturbarse, sin inmutarse... como si no le afectara en lo más mínimo nada de lo que estaba ocurriendo, como si todos los días viviera rodeado de los hermanos Marx.
Sin saber cómo, en las manos de mi madre se materializó la jarra de agua que hacía apenas dos segundos había estado sobre la mesa y ellas solas (las manos) decidieron verterme su contenido (el de la jarra…) encima, justo en el momento en que pasaba (yo) al lado de mi hermana, con lo cual el remojón fue para las dos, lo que provocó que, automáticamente, yo dejara de correr y mi hermana de chillar.
-Bueno... ¡¿ya estamos más tranquilos?!-preguntó mi madre sofocada por la carrera. Y, antes de que a nadie se le ocurriese la más mínima intención de responder, añadió con su habitual voz cantarina-Entonces... ¿quién quiere postre?
Después de tomar café en el salón sin ningún otro contratiempo, Olivia y Nani se fueron al cine. Mi madre se puso a recoger el estropicio del comedor; mi padre se perdió de nuevo entre los siete metros cuadrados de la terraza y yo me fui a mi habitación.... a reflexionar. Quería pensar en lo sucedido. Tenía que pensar en ello. Necesitaba saber cómo se había podido enamorar mi hermana de un hombre así. No le encontraba ningún sentido. Cuando le vi en el rellano de la puerta, no me caí al suelo de la impresión porque me sujetaba mi padre que si no….
Nani... ¡No! Nani no. Estanislao. Para mí tenía más pinta de Estanislao que de Nani. Pues Estanislao, (creo que ha quedado claro) no era un chico... ¿cómo lo diría?… o sea… que jamás le cogerían para jugar en la NBA. Eso estaba claro, pero es que como algún día se le ocurriese ponerse un traje rojo… ¡fijo que le confundirían con el extintor! Pero es que la cosa no se quedaba ahí: también era la persona más anodina que jamás conocí. No tenía sal, ni espíritu, ni gracia, ni chispa, ni gota... hablaba poco… ¡Poco es mucho! Hablaba menos que Hello Kity. Tampoco era guapo… ni se le veía inteligente; más bien era un tipo corriente… ¡ni siquiera corriente!… era mediocre, vulgar, adocenado, gris, ordinario, apagado, impersonal, rutinario... común. ¡Uf! ¡¿Qué podría haber visto mi hermana en él?! Averiguarlo sería la primera parte de mi misión. Aunque lo iba a tener relativamente fácil. Yo no sería la más lista de la familia, pero mi hermana estaba ahí, ahí, conmigo.
Olivia tenía un diario. Sin llave. Llevaba años escribiendo en él toda su vida. A veces, cuando me aburría, o cuando me encontraba triste, me ponía a leerlo. Olivia era tan... graciosa. A sus veintisiete años, seguía soñando con un príncipe azul, con un cuento de hadas y con una carroza de calabaza. Así que, aprovechando que nadie me prestaba atención, como de costumbre, me dirigí a su habitación. Y allí estaba. (¡El diario! Que hay que aclarároslo todo…) Sobre el secreter. Solo. Sin ninguna protección. Casi podía oír cómo me llamaba para que le dejase abrirse a mí. Y el diario me desveló todos los sentimientos de mi hermana.
En primer lugar, había arrancado todas las hojas escritas antes del encuentro con... Estanislao (¡se me ponía la carne de gallina con pensar sólo en su nombre!) y comenzaba su historia así:
"Primer día de mi vida: Acabo de descubrir que hasta hoy no había vivido. O, únicamente, había vivido una mentira, engañada en un mundo sin sentido. Hoy le he conocido. He conocido al hombre más maravilloso que pueda existir. Creo que él siente lo mismo por mí. Cuando nuestras miradas se han cruzado, lo hemos sabido. He visto su interior y él se ha apoderado del mío. Mi mente se ha llenado de él y no puedo ni quiero quitármelo de la cabeza.......
Cuando sus manos rozan las mías, todo mi cuerpo tiembla y cuando siento que sus labios se acercan a los míos, se me paraliza el corazón…”
Yo sentía que el mío también se paralizaba, pero era de repulsión.
“Tal es el fuego de sus besos que se desbordan en pasión, en deseo, en expectación... que me llenan de ilusión, de impaciencia, de apetito... de más."
¿Todo eso lo hacía... ese... chico? Pero... ¡¿cómo?! O sea... no sé... tenía que haber algo que se me hubiese pasado por alto.
"...Nani es el capricho de cualquier mujer…” (¡¿Einnnn?!) “…Estar con él me vuelve más... codiciosa, pero del tiempo; porque no puedo soportar estar un sólo minuto separada de él. Tengo sed de él; le deseo con avidez, con apetito... mi voluntad.... no existe. Estando con él no la necesito..."
¡Ajá! Así que era eso: el maltrecho de Nani... ¡drogaba a mi hermana! Pero... ¿para qué? Nosotros no nadábamos ni en la abundancia ni en las piscinas, que mi madre dice que te puedes quedar embarazada. Todo esto me olía muy raro. Empezando porque me había dado cuenta de que ya no llamaba al novio de mi hermana Estanislao, si no Nani. ¿Sería contagioso? ¿Estaría empezando a sentir algún tipo de… afecto por él? Solté el diario como si me quemase en las manos y agarrándolo con una toalla, lo volví a dejar encima del secreter.
Siete meses y una semana más tarde llegó el gran día. Setenta invitados nos esperarían a las siete de la tarde, para compartir con todos nosotros los siete platos del menú nupcial que, como era de esperar, eligió mi madre. Olivia y yo, aún en la habitación, llorábamos cogidas de la mano; mi hermana de alegría; yo, de arrepentimiento:
-Lo siento, Olivia. Por favor, perdóname.
-No seas tonta, Ainhoa. No hay nada que perdonar.
-Pero es que... lo que te hice....
-No pasa nada. De verdad. Las cosas han salido como tenían que salir-Y secándome las lágrimas con un pañuelo me dijo-Ahora vamos a terminar de arreglarnos y a disfrutar de este maravilloso día.
En la siguiente escena oí al cura que decía:
-…Y tú, ¿quieres a Estanislao no se qué, como legítimo marido, para amarlo, etc, etc, etc, hasta que la muerte os separe?
Como si estuviese envuelta en una nube, oí un "Sí, quiero" sospechosamente apagado.
-Entonces, puedes besar a la novia.
Y antes de que Nani pudiese levantar el velo por completo, como si los segundos pasasen a cámara lenta, mi mente realizó un veloz recorrido por los meses anteriores y recordó cómo me había empeñado en estudiar a Nani, en desentrañar sus misterios, en descifrar su juego, hasta el punto de que llegó a convertirse en una obsesión. Y esa obsesión acabó en atracción y la atracción en... ¿amor?
Y, como si estuviese poseída, luché para que me correspondiese, sin saber que Olivia ya me lo había cedido, incluso antes de habernos conocido.
Giré la cabeza en dirección a mi madre y a mi hermana y vi cómo sus miradas de complicidad se cruzaban... y sonrieron. Y yo noté que algo tiraba de mí: era Nani, que, subido a un taburete, había conseguido levantarme el velo y acercaba sus labios para besarme.

Lo había conseguido. Mi madre y mi hermana seguirían juntas.

Y, hasta la próxima entrada, y sea el día que sea... ¡¡Feliz Fin de Semana!!

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