De los productores de
“Cuñao…
ésta es tu noche y lo sabes”, y los guionistas de “¡Aún no estoy lista
para la Navidad!”, llega… “El móvil… ¿va a la derecha o a la izquierda
del plato?”
A mí me gusta la Navidad. En
serio. Bueno, en realidad hay dos cosas que no me gustan de ella. Una es el
nombre: “Navidad”, que suena como a
jamón ¿verdad? y la otra es la fecha. Imaginaos que la Navidad fuese, por ejemplo…
en julio. Y que unos años durase veinte días, otros diez minutos… no sé… que
fuesen cambiando… así, cada año sería… ¡una sorpresa!
Es que, tal y como está ahora… a
mí se me hace corta. Sí. Corta. Porque empieza tarde y te acaba pillando el
toro. Me explico: tú estás en agosto, bañándote en una piscina cuando empiezas
a oír anuncios de turrones; entonces, te entra el estrés… ¡porque sabes que no te
va a dar tiempo! Que, ya que todos tenemos que hacer unos gastos, deberían
hacerla con un poco más de previsión… que empezase como en abril ¿no?
Encima, la Navidad está llena de
mentiras: que si los Reyes Magos… que si Papá Noel… que si… “Abuela, la cena está muy rica…”; porque
uno de los líos más gloriosos en el mundo, es el caos que se forma en estas
cenas, cuando, encima, te ha tocado
celebrarla en tu casa…, se presentan cuarenta y la madre y tienes el dinero
suficiente como para dejar de trabajar y vivir cómodamente el resto de tu vida…
suponiendo que te murieses mañana.

-Intenta que la cena sea lo más
tarde posible, para que hayan comido algo antes de llegar.
-Prepara cinco o seis tipos de
canapés… consistentes (a ser posible, morcilla, chistorra y judías blancas)
para que los invitados puedan picar y se llenen enseguida.
-Ten a mano alimentos no
perecederos, que se puedan utilizar después de la fiesta, en caso de que
sobren. Por ejemplo: atún, leche en polvo o comida para bebés.
-Almacena en la despensa frutos
secos, aceitunas, patatas fritas y otros aperitivos sabrosos que no se estropean
si no los utilizas.
¡Menos mal que al final llega tu
abuela! Y la cena se convierte en un “reto aceptado” cuando ya te has hinchado con
las “cosas para picar” y aún quedan los platos fuertes y los postres. Tantos
que te toca comer recalentado los siguientes ocho días. Hasta que llega la Cena
de Año Nuevo y se repite el proceso. Es el momento ideal para guardar un minuto
de silencio por esos cuerpos hermosos que se echaron a perder en diciembre,
porque en Navidad, todos usamos ropa de marca; pero de marca en la cintura
porque todo te aprieta. Y claro… el siete de enero a las ocho de la mañana, te
toca atrasar la báscula cinco kilos. ¡Ojalá todo fuera tan fácil como engordar!

A ver… que a mí me gustan los
villancicos. En serio. Pero hay dos
cosas que no me gustan. Una es que sólo se cantan en navidades y la otra es… el
villancico en sí mismo, es decir, su mismidad. Que digo yo que si los villancicos
los cantara Bruno Mars… pues si ¿no?... Pero así…
Y los villancicos no son lo peor.
¿Qué pasa con el Belén? Es que, si no mantenemos nosotros la tradición, se
perderá por absurda. Vamos a ver: ¿dónde nació Jesús? En Galilea ¿no? Pues Galilea
no es un sitio demasiado verde, que digamos, así que… el musgo, la nieve y el
río de papel de plata… no sé… no me pegan mucho, la verdad. ¿Os habéis fijado
en los pastores? ¿No van demasiado abrigados para estar en Palestina? Es más…
¿cuándo han visto la nieve los palestinos?
Y otra cosa… en aquella época… a
saber cuánto duraba un mes porque si la concepción fue el ocho de diciembre y
Jesús nació el veinticuatro… mucha prisa por nacer me parece a mí ¿no? Seguramente
fue porque Jesús sabía que llegaban los Reyes Magos. Sí… esos señores que van
por todo el mundo repartiendo regalos en camellos… ¿No os habéis preguntado
nunca cómo se puede atravesar el Atlántico en camello? Porque si fuesen
camellos de agua… todavía; pero es que son camellos tradicionales, de los de
toda la vida. Por cierto ¿sabíais que los camellos son los animales que más
tiempo aguantan sin beber? Lo sé porque nunca he visto beber a un camello… de
hecho… nunca he visto un camello.
Fijáos cómo deben ver la Navidad los millennials: para ellos
debió ser algo así como que un tío parecido al pájaro de twiter le hizo un dm a
Madonna, subió la foto a la nube y Dios…. que era el Comunity Manager del
universo, le hizo like y… Miami se lo confirmó. Bueno… eso dicen que pasó y si
no sucedió… es la excusa más grande que jamás se haya contado, porque parece
increíble que, después de dos mil años, todavía nos lo sigamos creyendo: “¿Qué te ha pasado María?” “Una paloma” Y José
diciendo:… “No problemo. A tope contigo”
¡Menos mal que, por lo menos, nos
queda… “EL AMIGO INVISIBLE”!
A ver… que yo no quiero sembrar
la discordia en esta época decembrina, pero… ¿quién invento “el amigo invisible”? ¿A quién se le
ocurrió, que coger un papel con el nombre de otra persona era la forma MÁS feliz de dar y recibir un regalo? ¡¡¡Un solo regalo!!!


Está científicamente demostrado
que siempre te va a tocar regalar a la persona a la que menos quieres regalarle.
A veces, incluso se hace una lista de lo que la gente quiere que su amigo
invisible le regale, para hacerlo un poquito más fácil. Y las peticiones van
desde: ”Amigo invisible, regálame lo que quieras” (¡Qué mono!) a “Amigo invisible: quiero una cena con Brad Pitt,
o tu hermano en su defecto” (¡Qué lista!). También están los que quieren
accesorios para el ordenador, música Funky flamenco fusión, los que te hacen la
lista de la compra… y… las que quieren ropa interior (que siempre son mujeres).
Ésa es la peor que te puede tocar, porque nunca vas a acertar con la talla. Si compras
algo muy grande, se va a enfadar porque pensará que la estás llamando gorda; si
le compras un hilo dental, se ofenderá porque creerá que tu crees que ella es…
de moral distraída… así que, aunque seas ateo, reza para que te toque el de la
lista de la compra, que con una caja de polvorones lo tienes solucionado.
Al final, lo que está claro es
que, aunque se ponga un tope de dinero para el regalo, tú siempre vas a salir
perdiendo, porque acabarás recibiendo una cestita con jabones que “TU querido amigo invisible” ha ido recopilando de los
hoteles cutres en los que ha pasado sus míseras vacaciones.
Yo creo que a este juego habría
que cambiarle el nombre y llamarlo… “EL ENEMIGO INVISIBLE”.
Pero todo llega a su final y al
final, resulta que el problema no es la Navidad. El problema es… desenredar las
p… luces!!!
Un último mensaje. Aviso a toda la población: el simulacro
de paz y amor ha terminado. Guarden los langostinos, insulten a sus cuñados… y
disuélvanse.
Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fín de Semana!!!