viernes, 29 de diciembre de 2017

SE ACABÓ LA NAVIDAD

De los productores de  Cuñao… ésta es tu noche y lo sabes, y los guionistas de “¡Aún no estoy lista para la Navidad!”, llega… El móvil… ¿va a la derecha o a la izquierda del plato?”

A mí me gusta la Navidad. En serio. Bueno, en realidad hay dos cosas que no me gustan de ella. Una es el nombre: Navidad, que suena como a jamón ¿verdad? y la otra es la fecha.  Imaginaos que la Navidad fuese, por ejemplo… en julio. Y que unos años durase veinte días, otros diez minutos… no sé… que fuesen cambiando… así, cada año sería… ¡una sorpresa! 

Es que, tal y como está ahora… a mí se me hace corta. Sí. Corta. Porque empieza tarde y te acaba pillando el toro. Me explico: tú estás en agosto, bañándote en una piscina cuando empiezas a oír anuncios de turrones; entonces, te entra el estrés… ¡porque sabes que no te va a dar tiempo! Que, ya que todos tenemos que hacer unos gastos, deberían hacerla con un poco más de previsión… que empezase como en abril ¿no?

Encima, la Navidad está llena de mentiras: que si los Reyes Magos… que si Papá Noel… que si… “Abuela, la cena está muy rica…”; porque uno de los líos más gloriosos en el mundo, es el caos que se forma en estas cenas, cuando, encima,  te ha tocado celebrarla en tu casa…, se presentan cuarenta y la madre y tienes el dinero suficiente como para dejar de trabajar y vivir cómodamente el resto de tu vida… suponiendo que te murieses mañana.
Así que, lo primero que haces es buscar en internet: Cómo preparar una cena de Navidad económica”. Y, aunque parezca increíble, aparecen cosas como éstas:

-Intenta que la cena sea lo más tarde posible, para que hayan comido algo antes de llegar.
-Prepara cinco o seis tipos de canapés… consistentes (a ser posible, morcilla, chistorra y judías blancas) para que los invitados puedan picar y se llenen enseguida.
-Ten a mano alimentos no perecederos, que se puedan utilizar después de la fiesta, en caso de que sobren. Por ejemplo: atún, leche en polvo o comida para bebés.
-Almacena en la despensa frutos secos, aceitunas, patatas fritas y otros aperitivos sabrosos que no se estropean si no los utilizas.

¡Menos mal que al final llega tu abuela! Y la cena se convierte en un “reto aceptado” cuando ya te has hinchado con las “cosas para picar” y aún quedan los platos fuertes y los postres. Tantos que te toca comer recalentado los siguientes ocho días. Hasta que llega la Cena de Año Nuevo y se repite el proceso. Es el momento ideal para guardar un minuto de silencio por esos cuerpos hermosos que se echaron a perder en diciembre, porque en Navidad, todos usamos ropa de marca; pero de marca en la cintura porque todo te aprieta. Y claro… el siete de enero a las ocho de la mañana, te toca atrasar la báscula cinco kilos. ¡Ojalá todo fuera tan fácil como engordar!

De repente todos empiezan a cantar villancicos y tú te preguntas: “¿De dónde vienen los villancicos?” y tú mismo te respondes: “¡Yo qué sé! Pero… ¡¿Por qué no vuelven allí?!”
A ver… que a mí me gustan los villancicos. En serio.  Pero hay dos cosas que no me gustan. Una es que sólo se cantan en navidades y la otra es… el villancico en sí mismo, es decir, su mismidad. Que digo yo que si los villancicos los cantara Bruno Mars… pues si ¿no?... Pero así…

Y los villancicos no son lo peor. ¿Qué pasa con el Belén? Es que, si no mantenemos nosotros la tradición, se perderá por absurda. Vamos a ver: ¿dónde nació Jesús? En Galilea ¿no? Pues Galilea no es un sitio demasiado verde, que digamos, así que… el musgo, la nieve y el río de papel de plata… no sé… no me pegan mucho, la verdad. ¿Os habéis fijado en los pastores? ¿No van demasiado abrigados para estar en Palestina? Es más… ¿cuándo han visto la nieve los palestinos? 

Y otra cosa… en aquella época… a saber cuánto duraba un mes porque si la concepción fue el ocho de diciembre y Jesús nació el veinticuatro… mucha prisa por nacer me parece a mí ¿no? Seguramente fue porque Jesús sabía que llegaban los Reyes Magos. Sí… esos señores que van por todo el mundo repartiendo regalos en camellos… ¿No os habéis preguntado nunca cómo se puede atravesar el Atlántico en camello? Porque si fuesen camellos de agua… todavía; pero es que son camellos tradicionales, de los de toda la vida. Por cierto ¿sabíais que los camellos son los animales que más tiempo aguantan sin beber? Lo sé porque nunca he visto beber a un camello… de hecho… nunca he visto un camello.

Fijáos cómo deben ver la Navidad los millennials: para ellos debió ser algo así como que un tío parecido al pájaro de twiter le hizo un dm a Madonna, subió la foto a la nube y Dios…. que era el Comunity Manager del universo, le hizo like y… Miami se lo confirmó. Bueno… eso dicen que pasó y si no sucedió… es la excusa más grande que jamás se haya contado, porque parece increíble que, después de dos mil años, todavía nos lo sigamos creyendo: “¿Qué te ha pasado María?” “Una paloma” Y José diciendo:… No problemo. A tope contigo”

¡Menos mal que, por lo menos, nos queda… EL AMIGO INVISIBLE!

A ver… que yo no quiero sembrar la discordia en esta época decembrina, pero… ¿quién invento el amigo invisible? ¿A quién se le ocurrió, que coger un papel con el nombre de otra persona era la forma MÁS feliz de dar y recibir un regalo?  ¡¡¡Un solo regalo!!!
El problema es que siempre hay alguien que trata de convencerte de que jugar es lo más guay, porque mola ese misterio de averiguar quién te regala, indagar por aquí… adivinar por allá… A mí, lo que menos me gusta es cuando llega la que organiza el juego con el gorro de lana (porque no hay sombrero de copa) lleno con los papelitos de los nombres; que se cree Harry Potter con el sombrero seleccionador; lo que ocurre es que ahí no entra la magia… entra la mala suerte. 

Está científicamente demostrado que siempre te va a tocar regalar a la persona a la que menos quieres regalarle. A veces, incluso se hace una lista de lo que la gente quiere que su amigo invisible le regale, para hacerlo un poquito más fácil. Y las peticiones van desde:  Amigo invisible, regálame lo que quieras (¡Qué mono!) a Amigo invisible: quiero una cena con Brad Pitt, o tu hermano en su defecto” (¡Qué lista!). También están los que quieren accesorios para el ordenador, música Funky flamenco fusión, los que te hacen la lista de la compra… y… las que quieren ropa interior (que siempre son mujeres). Ésa es la peor que te puede tocar, porque nunca vas a acertar con la talla. Si compras algo muy grande, se va a enfadar porque pensará que la estás llamando gorda; si le compras un hilo dental, se ofenderá porque creerá que tu crees que ella es… de moral distraída… así que, aunque seas ateo, reza para que te toque el de la lista de la compra, que con una caja de polvorones lo tienes solucionado.
Al final, lo que está claro es que, aunque se ponga un tope de dinero para el regalo, tú siempre vas a salir perdiendo, porque acabarás recibiendo una cestita con jabones que “TU querido amigo invisible” ha ido recopilando de los hoteles cutres en los que ha pasado sus míseras vacaciones.
Yo creo que a este juego habría que cambiarle el nombre y llamarlo… “EL ENEMIGO INVISIBLE”.
Pero todo llega a su final y al final, resulta que el problema no es la Navidad. El problema es… desenredar las p… luces!!!

Un último mensaje. Aviso a toda la población: el simulacro de paz y amor ha terminado. Guarden los langostinos, insulten a sus cuñados… y disuélvanse.

Y, hasta la próxima entrada y sea el día que sea... ¡¡¡Feliz Fín de Semana!!!

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Cada año por estas mismas fechas te ocurre lo mismo… 
Se acerca el Día de Papá Noel, o el de Reyes, o el que quieras celebrar… No tienes ni idea de qué regalar y temes que te suceda lo mismo que todos los años: que llega el 05 de enero y aún vagabundeas por los centros comerciales en busca de ese “regalo especial” que casi parece un acto de fe. 
¿Le compro algo que necesite o que quiera?” “¿O le compro lo que yo creo que necesita y que es lo mismo que pienso que le va a gustar?” 
Aunque sabes que, al final, será mucho más práctico llamarle y preguntárselo directamente y evitarte así más quebraderos de cabeza.

¡Pues no! ¡Este año se acabó el carbón!



Tenemos el regalo perfecto: El libro “Me llamo Asia”, escrito por Nuria Villarejo. Y, como no podía ser de otra manera, con un estilo fresco, espontáneo, divertido y fácil de leer que no te dejará indiferente.
Y, hasta la próxima entrada, y sea el día que sea... ¡Feliz Fin de Semana!

viernes, 22 de diciembre de 2017

PROPÓSITOS PARA 2018





 Normalmente, comenzamos muy motivados y con mucha energía, pero poco a poco perdemos el interés y abandonamos, no el propósito, pero sí lo que tenemos que hacer para lograrlo. ¿Por qué? 





1.    Nos proponemos metas demasiado ambiciosas, como por ejemplo… dar los buenos días al levantarnos o subir cuatro veces seguidas al Everest con tu hermana montada a caballito. ¡Pues no!
2.    Tendemos a pensar que basta con proponerlo para conseguirlo. Aunque sabemos que el 90% del éxito se basa simplemente en insistir… ni siquiera nos molestamos en cerrar los ojos muy fuerte y repetir nuestro propósito mentalmente.
3.    A menudo somos impacientes con los resultados. Lo que queremos es comenzar el día uno con los propósitos y el día dos…terminar.


En fin… a mí me han pasado una lista de propósitos para 2018 que he querido compartir con vosotros. A ver si entre todos somos capaces de realizarlos.

1. Dejar de fumar. “Pero… ¿de mi tabaco? ¿o también del de los demás? ¡Anda!... pero si yo no fumo…. Pues… ¡PRUEBA CONSEGUIDA!”
2. Hacer deporte. “¿Caminar hasta la panadería vale?”
3. Adelgazar 5 kilos. “No, en serio… ¿caminar hasta la panadería vale?”
4. Quedar más a menudo con amigos. “¡Imposible! ¡No me da la vida para más ni el sueldo para menos! O reduzco las quedadas o reduzco los amigos”
5. Correr una maratón. “¡Claro…! Es el sueño de mi vida. A ver… más despacio. Vamos por partes… ¿paso 1?... Empezar a correr. Vale, eso puedo hacerlo. ¿Paso 2?... ¡¿Paso 2?!... ¡¿Cómo que no hay paso 2?!”
6. Beber menos alcohol. “Pero… ¡¿por qué?! Si según la química… ¡el alcohol es una solución!… así que, si es una solución, no es un problema, además… dicen que el alcohol hace mal, pero… no hay mal que por bien no venga ¿no?”
7. Pasar más tiempo en pareja. “Pero… ¿puedo intentar que mi pareja cambie? Y si no cambia ¿puedo cambiar de pareja? ¿No?... ¡Pues vaya!”
8. Ser más feliz. “Por supuesto. Eso siempre. Mi plan es ser feliz, no perfecta”
9. Dejar el trabajo que odias. “¡Yo no odio mi trabajo! Es más, si mi puesto de trabajo se estuviese incendiando y yo tuviese un vaso de agua… me la bebería”
10. Enfrentarte a tus problemas. “A mí eso ya me genera un problema, porque yo no soy de enfrentamientos, así que, al final, tendría dos problemas. Mejor me quedo como estaba. Si total… tampoco estoy tan mal ¿no?”
11. Decir más a menudo “no”. “Venga… vale… ¡uy perdón!, quería decir ¡No!... ¡no vale!...si es que no me sale…”
12. Ser menos egoísta. “¿Egoísta yo? Para nada. Egoísta tú, que estás más interesado en ti mismo que en mí”
13. No tomarme las críticas a título personal. “Me han dicho -a modo de crítica- que vivo en la luna. Les he dicho -a modo de crítica- que me importa una m…”
14. Gastar menos dinero en cosas que no necesito. “¿Qué cosas?... A ver… ¡Dime! ¡¿Qué cosas no necesito?! ¡¿Qué pasa?! ¿Acaso me estás diciendo que no necesito las botellas de agua sin calorías o el libro sobre los mejores videos de youtube?”
15. No buscar excusas. “En realidad, no es que ponga muchas excusas… es que pongo poco interés”
16. No envidiar lo que tiene mi vecino. “¿Eso no es un mandamiento?... Pues yo no creo, ea”
17. Salir de mi zona de confort. “Vale, pero como me ocurra algo…”
18. Cambiar el mundo. “¿Para qué? ¿No sería mejor cambiar a las personas?”
19. Llamar por teléfono más a mis padres. “Eso va a ser difícil… ¡los tíos no están nunca en casa! ¡Se pasan la vida viajando o bailando! Que parecen John Travolta y Olivia Newton-John de gira por Marina D`or”
20. Tener el valor de fracasar. “Más que valor lo que tengo es delito. Porque hay que tener delito para hincharse a sopas de letras por si llega la inspiración y acabar escribiendo lo que escribo”
21. Ser un poco más optimista. “Lo siento. No puedo decir que la botella está medio llena cuando realmente está medio vacía. Sería mentir”
22. Vivir una vida más sana. “Yo ya llevo una vida sana. Por ejemplo: no corro, porque intento morirme a la menor velocidad posible y eso es sano ¿no?”
Seré sincera con vosotros. El propósito número 13… por mucho que lo intente… no lo voy a conseguir. Aunque… por otro lado, tampoco me importa que hablen mal de mí… a veces me entero de cosas que ni yo misma sabía.
El caso es que esta lista es para recordarte que los propósitos están muy bien, pero… que no sirven para nada si nos rajamos a la primera de cambio. Nadie dijo que fuese fácil, pero todo lo que se hace en esta vida… unas veces se paga y otras se cobra. La vida es así de cruel y lo sabes. Así que… tuya es la decisión, amigo. ¡Suerte!

Y, hasta la próxima entrada, y sea el día que sea... ¡¡Feliz Fin de Semana!!

lunes, 11 de diciembre de 2017

VIDEO DE LA PRESENTACION DE "ME LLAMO ASIA"

Para todos los que estuvisteis compartiendo esos maravillosos momentos conmigo y para los que no pudisteis asistir, os ofrezco el INCREÍBLE vídeo que Sara Acosta Calvo realizó de la presentación de "Me llamo Asia"y que también podéis ver en youtube. 
Podéis contactar con Sara a través de sus intagrams: wiggin_ y saraclick_; a través de Facebook: Sara Acosta Calvo o enviarle un correo a: esfalda@gmail.com




Mil millones de gracias jamás serían suficientes...


Y, hasta la próxima entrada, y sea el día que sea... ¡¡Feliz Fin de Semana!!

martes, 5 de diciembre de 2017

COMPRA DE EJEMPLARES

Para conseguir tu ejemplar firmado y dedicado por la autora, que soy yo... sólo tienes que hacer un ingreso de 15 Euros, en el siguiente número de cuenta:
ES64 2100 2904 0602 1265 3210, 
indicando en el concepto tu nombre y número de teléfono

Muchas gracias y espero que te guste.

PRESENTACIÓN OFICIAL DE “ME LLAMO ASIA”

 Y por fin llegó el día 02. El día de la presentación oficial de mi libro. El día en el que ya no habría marcha atrás y esperaba que comenzase una buena marcha hacia delante.
Podría comenzar diciendo que llevaba varios días sin dormir. Podría deciros que era por causa de los nervios o que mi cerebro insistía en mantenerme despierta para analizar las decisiones estúpidas que había ido tomando a lo largo del día, o de la semana, o del mes… vamos… de mi vida en general; podría deciros que mi insomnio iniciaba sesión cada vez que me metía en la cama o sencillamente que, como tengo el vicio de perder el sueño por las noches, mi conciencia lo encuentra por las mañanas con la cabeza pegada a una taza de café. Pero no os diré nada de esto. ¡No señor!
Mejor comenzaré diciendo que ese día amanecí como si fuese el de mi boda. Me levanté a las ocho y media de la mañana con ganas de acostarme y, aunque no me podía estar quieta… tampoco hacía nada que pareciese realmente útil. Iba corriendo de un lado a otro de la casa, buscando cosas, pensando en lo que faltaba, en lo que podría preparar, en llamar a mi hermana o a mi amiga para que me trajesen una cosa u otra… “¡El ramo! ¡¿Quién trae el ramo?!”, chillé histérica. Y mi marido, sabiendo que tenía que aprovechar ese único momento débil de la vida de cualquier mujer (ése en el que tiene las uñas pintadas) me dijo: “Cariño… si no es el día de tu boda”. Y, claro… ¿qué hice yo?... Pues chillarle: “¡¡¡Pero… ¿qué haces?!!! ¡¡¡¿No ves que trae mala suerte ver a la novia antes de la boda?!!!
Cuando conseguí calmarme, recordé que tenía cita en la peluquería. Y llegué media hora antes de que abriesen. Media hora esperando en la calle con un frío… nivel: “Va a salir de casa… ¡tu madre!”. Pero yo salí, porque era menester, que suena muy culto a la par que bonito. ¡Tres insignificantes horas de mi vida invertidas en la peluquería! ¡Con todo lo que aún me quedaba por hacer! Como… como… ¿comer, por ejemplo? ¡Vale, sí!
Y justo nada más terminar el postre… una deliciosa pero pequeña mousse de chocolate francés; aparecieron acompañando a las dos bolitas de helado de vainilla, los dos grandes problemas a los que debe enfrentarse toda mujer desde que tiene uso de razón o de armario: la falta de espacio para guardar sus cosas y no saber qué ponerse cinco minutos antes de cada evento. ¡Y sin pretenderlo, encontré la solución! Me puse a cantar. Sí; como lo oís, o como no lo oís, pero me puse a cantar. Entonces me di cuenta de que mi voz, mezcla de Joaquín Sabina con Estopa, era peor que mi problema… y se me olvidó. ¿El qué? No sé.
Ya más calmada y con una comitiva que ya la quisieran para sí los mismísimos Reyes Magos, llegamos al Restaurante en el que mi criaturita vería por fin la luz. Y la verdad es que verla, lo que se dice verla, no la vio. No señor.
Esto que os voy a contar puede parecer fantasía, pero es real… os lo puedo asegurar. La gente… ¡comenzó a llegar mucho antes de la hora prevista para el inicio del evento! Sí… a mí también se me pusieron los pelos de punta. ¡¿Qué estaba ocurriendo?! ¡¿Cómo eras posible?! Pero no sólo la gente, si no TODA la gente. De pronto, el local se vio colapsado por una masa difusa de cabezas parlanchinas y bocas sonrientes. Y mientras, yo, patidifusa, los veía entrar y saludar y abrazar y felicitar…y fue maravilloso.
Fue… una de las mejores experiencias de mi vida. Todas esas personas… ¡más de cien!… habían venido por mí. Estaban ahí para apoyarme, para darme su cariño y su amistad… y Jesús en el pesebre, sonríe porque está alegre…narananaraná… (Uy, que me voy). La felicidad de sus rostros competía con la mía. Su ilusión me hacía cada vez más fuerte y entonces… todos mis miedos desaparecieron, porque sabía que estaba entre la gente que quiero: mi familia… y mis amigos.

Gracias a todos por ser quienes sois.

Y, hasta la próxima entrada, y sea el día que sea... ¡¡Feliz Fin de Semana!!

viernes, 17 de noviembre de 2017

¿QUE HE HECHO YO PARA ACABAR ASÍ? PARTE 2

Y llamaron al telefonillo.
-Es Nani-anunció Olivia con voz solemne.
Mi madre nos obligó a mi padre y a mí a quedarnos junto a ellas (como si de una foto familiar se tratase) para recibir al "afortunado" que venía a comer. Olivia abrió la puerta y, ante nosotros apareció... ¡el gran Nani! Mis padres y yo habíamos dibujado una enorme sonrisa de bienvenida… de esas en las que se enseñan todos los dientes y en el mismo momento en que se abrió la puerta, se desorbitaron nuestros ojos de sus cuencas. Y entonces mi hermana se... agachó… un poco (la verdad es que casi tuvo que ponerse de rodillas) para poder besar a su... ¿novio? ¡¿Ese era su novio?!
-Mamá, papá, Ahinoa (Ahinoa soy yo)... éste es Nani-nos presentó mi hermana y, como si a mi madre acabase de estallarle un petardo en su elegante culo, de un salto se colocó a la altura de los tortolitos (bueno… a la altura de mi hermana. ¡Que la mujer no está ya para agacharse mucho!)
-¡Naniiiii, qué ganas tenía de conocerte!-mi madre chillando, pero, sin saber cómo lo hizo, antes de acercarse a su futuro yerno, tuvo tiempo de girarse para decirme con los dientes apretados: "Ni una palabra". Y juro que lo intenté. Aguanté... por lo menos, media hora. En serio.
Nos sentamos a la mesa, y yo calladita; mi madre nos sirvió la paella, y yo sin decir ni "mu"; pero ya… cuando a mi madre se le ocurrió preguntar:
-Y... ¿cómo ocurrió lo vuestro?- y mi hermana contestó:
-Fue un flechazo-… yo ya no pude más, y las palabras salieron solas de mi boca:
-Y a ti te dio en un ojo ¿no?
-¡¿Cómooooo?!-chilló mi hermana.
-No, que parece un poco flojo...-intenté arreglarlo.
-¡¿Quéééé?!
-Bajo..
-¡Mamáááá!
-¿Cojo?
 Intentaba morderme los labios para no decir nada más, pero era como si las palabras no me obedeciesen:
-¡¿Diminuto, enano, pequeño, menudo, chaparro, retaco...?!
 Olivia lloraba histérica; mi padre comía paella tranquilamente, sin prestar atención a nada; yo corría alrededor de la mesa, como si estuviese poseída, intentando taparme la boca mientras mi madre corría tras de mí con la misma intención, y entre todos nosotros... ¡el gran Nani! sentado en su silla, mirándonos a todos, sin perturbarse, sin inmutarse... como si no le afectara en lo más mínimo nada de lo que estaba ocurriendo, como si todos los días viviera rodeado de los hermanos Marx.
Sin saber cómo, en las manos de mi madre se materializó la jarra de agua que hacía apenas dos segundos había estado sobre la mesa y ellas solas (las manos) decidieron verterme su contenido (el de la jarra…) encima, justo en el momento en que pasaba (yo) al lado de mi hermana, con lo cual el remojón fue para las dos, lo que provocó que, automáticamente, yo dejara de correr y mi hermana de chillar.
-Bueno... ¡¿ya estamos más tranquilos?!-preguntó mi madre sofocada por la carrera. Y, antes de que a nadie se le ocurriese la más mínima intención de responder, añadió con su habitual voz cantarina-Entonces... ¿quién quiere postre?
Después de tomar café en el salón sin ningún otro contratiempo, Olivia y Nani se fueron al cine. Mi madre se puso a recoger el estropicio del comedor; mi padre se perdió de nuevo entre los siete metros cuadrados de la terraza y yo me fui a mi habitación.... a reflexionar. Quería pensar en lo sucedido. Tenía que pensar en ello. Necesitaba saber cómo se había podido enamorar mi hermana de un hombre así. No le encontraba ningún sentido. Cuando le vi en el rellano de la puerta, no me caí al suelo de la impresión porque me sujetaba mi padre que si no….
Nani... ¡No! Nani no. Estanislao. Para mí tenía más pinta de Estanislao que de Nani. Pues Estanislao, (creo que ha quedado claro) no era un chico... ¿cómo lo diría?… o sea… que jamás le cogerían para jugar en la NBA. Eso estaba claro, pero es que como algún día se le ocurriese ponerse un traje rojo… ¡fijo que le confundirían con el extintor! Pero es que la cosa no se quedaba ahí: también era la persona más anodina que jamás conocí. No tenía sal, ni espíritu, ni gracia, ni chispa, ni gota... hablaba poco… ¡Poco es mucho! Hablaba menos que Hello Kity. Tampoco era guapo… ni se le veía inteligente; más bien era un tipo corriente… ¡ni siquiera corriente!… era mediocre, vulgar, adocenado, gris, ordinario, apagado, impersonal, rutinario... común. ¡Uf! ¡¿Qué podría haber visto mi hermana en él?! Averiguarlo sería la primera parte de mi misión. Aunque lo iba a tener relativamente fácil. Yo no sería la más lista de la familia, pero mi hermana estaba ahí, ahí, conmigo.
Olivia tenía un diario. Sin llave. Llevaba años escribiendo en él toda su vida. A veces, cuando me aburría, o cuando me encontraba triste, me ponía a leerlo. Olivia era tan... graciosa. A sus veintisiete años, seguía soñando con un príncipe azul, con un cuento de hadas y con una carroza de calabaza. Así que, aprovechando que nadie me prestaba atención, como de costumbre, me dirigí a su habitación. Y allí estaba. (¡El diario! Que hay que aclarároslo todo…) Sobre el secreter. Solo. Sin ninguna protección. Casi podía oír cómo me llamaba para que le dejase abrirse a mí. Y el diario me desveló todos los sentimientos de mi hermana.
En primer lugar, había arrancado todas las hojas escritas antes del encuentro con... Estanislao (¡se me ponía la carne de gallina con pensar sólo en su nombre!) y comenzaba su historia así:
"Primer día de mi vida: Acabo de descubrir que hasta hoy no había vivido. O, únicamente, había vivido una mentira, engañada en un mundo sin sentido. Hoy le he conocido. He conocido al hombre más maravilloso que pueda existir. Creo que él siente lo mismo por mí. Cuando nuestras miradas se han cruzado, lo hemos sabido. He visto su interior y él se ha apoderado del mío. Mi mente se ha llenado de él y no puedo ni quiero quitármelo de la cabeza.......
Cuando sus manos rozan las mías, todo mi cuerpo tiembla y cuando siento que sus labios se acercan a los míos, se me paraliza el corazón…”
Yo sentía que el mío también se paralizaba, pero era de repulsión.
“Tal es el fuego de sus besos que se desbordan en pasión, en deseo, en expectación... que me llenan de ilusión, de impaciencia, de apetito... de más."
¿Todo eso lo hacía... ese... chico? Pero... ¡¿cómo?! O sea... no sé... tenía que haber algo que se me hubiese pasado por alto.
"...Nani es el capricho de cualquier mujer…” (¡¿Einnnn?!) “…Estar con él me vuelve más... codiciosa, pero del tiempo; porque no puedo soportar estar un sólo minuto separada de él. Tengo sed de él; le deseo con avidez, con apetito... mi voluntad.... no existe. Estando con él no la necesito..."
¡Ajá! Así que era eso: el maltrecho de Nani... ¡drogaba a mi hermana! Pero... ¿para qué? Nosotros no nadábamos ni en la abundancia ni en las piscinas, que mi madre dice que te puedes quedar embarazada. Todo esto me olía muy raro. Empezando porque me había dado cuenta de que ya no llamaba al novio de mi hermana Estanislao, si no Nani. ¿Sería contagioso? ¿Estaría empezando a sentir algún tipo de… afecto por él? Solté el diario como si me quemase en las manos y agarrándolo con una toalla, lo volví a dejar encima del secreter.
Siete meses y una semana más tarde llegó el gran día. Setenta invitados nos esperarían a las siete de la tarde, para compartir con todos nosotros los siete platos del menú nupcial que, como era de esperar, eligió mi madre. Olivia y yo, aún en la habitación, llorábamos cogidas de la mano; mi hermana de alegría; yo, de arrepentimiento:
-Lo siento, Olivia. Por favor, perdóname.
-No seas tonta, Ainhoa. No hay nada que perdonar.
-Pero es que... lo que te hice....
-No pasa nada. De verdad. Las cosas han salido como tenían que salir-Y secándome las lágrimas con un pañuelo me dijo-Ahora vamos a terminar de arreglarnos y a disfrutar de este maravilloso día.
En la siguiente escena oí al cura que decía:
-…Y tú, ¿quieres a Estanislao no se qué, como legítimo marido, para amarlo, etc, etc, etc, hasta que la muerte os separe?
Como si estuviese envuelta en una nube, oí un "Sí, quiero" sospechosamente apagado.
-Entonces, puedes besar a la novia.
Y antes de que Nani pudiese levantar el velo por completo, como si los segundos pasasen a cámara lenta, mi mente realizó un veloz recorrido por los meses anteriores y recordó cómo me había empeñado en estudiar a Nani, en desentrañar sus misterios, en descifrar su juego, hasta el punto de que llegó a convertirse en una obsesión. Y esa obsesión acabó en atracción y la atracción en... ¿amor?
Y, como si estuviese poseída, luché para que me correspondiese, sin saber que Olivia ya me lo había cedido, incluso antes de habernos conocido.
Giré la cabeza en dirección a mi madre y a mi hermana y vi cómo sus miradas de complicidad se cruzaban... y sonrieron. Y yo noté que algo tiraba de mí: era Nani, que, subido a un taburete, había conseguido levantarme el velo y acercaba sus labios para besarme.

Lo había conseguido. Mi madre y mi hermana seguirían juntas.

Y, hasta la próxima entrada, y sea el día que sea... ¡¡Feliz Fin de Semana!!

viernes, 10 de noviembre de 2017

¿QUE HE HECHO YO PARA ACABAR ASÍ? PARTE 1

Creo que era la séptima vez que mi hermana llegaba contando entusiasmada, que había conocido a alguien extraordinario, a alguien único con quien se había sentido transportada al séptimo cielo y del que se había enamorado. ¡¡¡Otra vez, no!!! ¡¡¡Por favor!!!
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Otra vez tendría que soportar sus suspiros, sus risitas, sus nervios... sus..."puyitas": que si… "mira qué majo es", que si… "mira cómo me trata", que si… "mira lo que me ha regalado"... que si... que si... que si pudiese… les cogía a los dos y los estampaba contra la pared de lo empalagosos que eran.
Y luego mi madre: "¡Hay que ver qué educado es!...¡Si hasta quita la mesa!",  "¡A ver si aprendes de tu hermana!" Vamos, lo típico. Y, en cuestión de... ¿cuánto? ¿tres meses?... (sí, tres meses era lo máximo que cualquier chico había aguantado a mi hermana y a mi madre juntas), tendría que tragarme la segunda parte de su historia. Los suspiros de mi hermana se habrían convertido en llantos, las risitas en más llantos y los nervios... en “nerviones”. Y mi madre: "¡Ay mi niña, que el desgraciado ese no te merecía!" "Si no se lavaba mucho, que ya le cantaba el alerón cuando se acercaba a besarme. Más guarro..." "Y cuando quitaba la mesa, dejaba los platos en la encimera. ¡Vaya una manera de recoger que tenía!" "Y tú, aprende de tu hermana, que ha sabido dejarle a tiempo". ¡¿Dejarle?! A ver, esto fue lo que ocurrió en realidad:
"Ring, ring", suena el teléfono de casa y mi hermana, flotando en su nube de algodón, sale escopetada, con el rimel en una mano y una sandalia en la otra, para que nadie ose coger el teléfono antes que ella. Casi sin aliento, logra poner esa voz de "pitiminí" que usa cuando quiere conseguir algo y contesta:
-¿Sííííí?.
-Hola ¿eres Olivia?.
-...Eh, sí, soy yo-vuelve a contestar mi hermana entre sorprendida y decepcionada.
-Ah, pues mira, que soy amigo de Rubén, y me ha dicho que te diga que te deja. Evidentemente, mi hermana con cara de estupefacción (que no de estupefaciente) le dice:
-Perdona, creo que no te he entendido muy bien. ¿Me lo puedes repetir?.
-Que Rubén te deja.
-Que Rubén me deja-repite mi hermana en bajito-¡¿Cómo que Rubén me deja?!-y ahí ya chillando, por supuesto.
-Mira tía…¡yo que sé! A mí me ha dado 20 Euros para que te llame y te lo diga.
-¡¿Pero es que encima te ha pagado?!.
-Hombre, digo yo que estas cosas no son tan agradables de decir como para no cobrar.
-¡Pero ¿qué clase de amigo eres tú?!.
-La verdad es que muy, muy amigos no somos. Más bien conocidos... bueno, del otro día que nos presentó Asier en la fiesta de su hermana.
Entonces mi hermana, de repente, sonríe. Ella es así… imprevisible.
-Oye, esto es una broma ¿a que sí?
-No, no.  Nada de bromas, que yo soy muy serio.
-Es que... no puede ser... no entiendo... qué ha pasado... ¡¿Por qué no me llama él y da la cara?!
-Mira tía, lo siento, de verdad. Me dijo no sé qué de tu madre… algo así como que no quería llevarse el lote completo y no sé qué más historias. Y que pasaba de llamarte porque, al final le liarías.
Y así solían ser, más o menos todas las relaciones de mi hermana: superefusivas en sus comienzos, con el real acompañamiento de trompetas y fanfarrias de mi madre y desastrosas en sus breves finales, con la teatrera compañía de plañideras de la misma.
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Y yo, teniendo que aguantarlo todo. Porque yo... no era la más alta, ni la más rubia, ni la más lista, ni la más... nada. No había nada en lo que yo fuese la más. Claro que... tampoco me importaba. Había aprendido a vivir así. Yo sabía que ellas me querían. A su manera, sí. Pero... tenía muy claro que mi madre y mi hermana formaban cada una la mitad de la otra, que no sabían vivir separadas; por eso, algunas veces no entendía el empeño que ponía mi madre en las relaciones de mi hermana. Si Olivia se casaba...se separarían. Y entonces... ¡oh no! ¡Entonces mi madre se volcaría en mí y me haría la vida imposible! ¡No, no, no; no podía permitir eso! Haría lo que estuviese en mi mano para que mi hermana no se fuese nunca de casa. Al menos antes que yo.
Mi madre quiso conocer enseguida a la joyita con la que soñaba mi hermana, así que un domingo le invitó a comer. Nada del otro jueves. Paella. Lo de todos los domingos.
¿El siete es un número mágico? Porque mi hermana se levantó ese día a las siete de la mañana, para presentarnos a su séptima adquisición; se comió siete galletas para desayunar y me dijo que había soñado con un gato. Sí, un gato. Como tienen siete vidas...
Sus nervios consiguieron despertarnos a todos, así que no me quedó más remedio que pegarme otro madrugón y levantarme… a eso de las once de la mañana. El estrés había activado el apetito de Olivia que, en ese momento, se estaba preparando una tostada de mermelada de frambuesa. Mientras me calentaba el café, me fijé en cómo le temblaba el cuchillo en las manos. La tostada se le resbaló y cayó encima de su pantalón, por supuesto y como debe ser, por el lado de la mermelada. Sin apenas mirarme, la cogió indiferente y al ir a darle un bocado, se sobresaltó tanto cuando mi madre enchufó el equipo de música a todo volumen que, sin querer, se… “estampó” la tostada en la cara. Sin apenas inmutarse, intentó coger una servilleta sin levantarse de la silla, realizando para ello mil equilibrios sobre las patas, con lo cual el resultado fue que sus manos acabaron totalmente pringadas y la tostada en el suelo.
-Jo, tía. Recógela-le dije.
-Sí, hombre. ¿Y si me mancho?
Y se fue a su cuarto, con la cabeza bien alta y la dignidad por los suelos.
Pensé que era mejor no decirle nada. Realmente me tenía sorprendida. Me conocía a la perfección el ritual de "presentación de novio a la familia" y éste no era el comportamiento habitual de mi hermana. Las seis veces anteriores se había mostrado más... digamos… relajada. Como si lo hubiese tenido todo asegurado desde el principio. Quizás esta vez fuese la definitiva y estuviese enamorada de verdad y acabase casándose y... ¡Pero ¿qué estaba diciendo?! ¡¿Acaso me había olvidado de mi misión?! Ainssss… me sentía fatal. Muy mala. Pero mala de perversa, no de enferma. Pobrecita mi hermana… “¿cómo voy a hacerle eso?” pero es que... era ella o era yo.
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A la una y media ya estábamos todos preparados y acicalados, incluido mi padre, que normalmente vivía en la terraza pegado a sus plantitas. Tenía tal habilidad para mimetizarse con el entorno que, en más de una ocasión, le habíamos dejado encerrado afuera.
-¡Olivia!-chilló de repente mi madre-¡Los dientes!.
-Los llevo mamá-contestó mi hermana sin saber lo que decía.
-¡Que si te los has lavado!.
-¡Ah, sí, sí. Claro!
-Y... ¿cómo dices que se llama tu chico?-le pregunté a mi hermana, más por hacer la espera menos desesperada que por interés.
-Nani-contestó medio suspirando, sonriendo y poniendo ojitos.
-¡¿Nani?!¡¿Pero… cómo un tío puede llamarse Nani?!-contesté empezando a morirme de risa mientras mi hermana empezaba a ponerse más nerviosa aún.
-Bueno, en realidad se llama Estanislao.
-¡¿Estanislao?! ¡¿Cómo un tío puede llamarse Estanislao?!
-¡Mamáááá´!-gimoteó mi hermana.
-Déjala Olivia-dijo a Olivia-¿No ves que es envidia? Con ese nombre seguro que viene de una familia de bien. Y tú-a mí-¿quieres comportarte de una vez y dejar de meterte con tu hermana?
-Perdón, perdón-me excusé entre risas.
Y entonces empecé a imaginarme al tal "Nani". Pero no hubo manera. Cada vez que lo intentaba, se me aparecía la imagen del criado gordo que salía en la película de "Tiana y el sapo", el que se hacía pasar por el príncipe… y las risas se transformaron en carcajadas. Al final, tuve que volver al baño a retocarme el maquillaje porque se me había corrido el rimel.
Y llamaron al telefonillo. 

Y, hasta la próxima entrada, y sea el día que sea... ¡¡Feliz Fin de Semana!!

lunes, 6 de noviembre de 2017

LEER NO OCUPA LUGAR... ¿O SÍ?

Estoy preocupada porque la gente lee poco. Sí, pero, aun así, lee… ¿Sabéis por qué? ¿para cultivarse? ¿para entretenerse?... ¿para acabar el trabajo de “La casa de Bernarda Alba” para su hijo? ¡No! La gente lee para hacer daño. En serio. Yo, por ejemplo, suelo leer por la noche. Y ¿por qué? Básicamente para molestar; sobre todo si ese día he discutido con mi pareja. Veréis… me cojo el libro más gordo que tengo en casa… esa novela de la que, obviamente ya está hecha la película… así que ni siquiera me tengo que molestar en leer; me basta con pasar las hojas con fuerza para hacer ruido y girar la lamparilla de la mesita de noche para fastidiar y… ¡así me duermo mucho mejor! Que digo yo: ¿para qué te vas a leer “Los miserables”, por ejemplo, si puedes ver la película o el musical? Y claro, mi marido cabreado me dice: “¡¿Es que no te cansas de leer?!” ¡Ni que leyera corriendo!
Luego le “convenzo” para que me acompañe a ver todas las versiones cinematográficas de los libros que sí he leído, para acabar diciéndole: “Pues me gusta más el libro; es que no tiene nada que ver con la película. Lo han cambiado casi todo”. Y entonces él, más enfadado que Paco Umbral intentando hablar de su libro… ¿cuál era?... ¡Ah sí!, “La década prodigiosa” ¿no?... bueno, pues él (mi marido, no Paco Umbral, claro) empieza a chillarme:
-¡¿Por qué me obligas a ir al cine entonces?! Vamos a ver, alma de cántaro… al que se ha leído Harry Potter, no le va a gustar la película; al que lee “El Quijote”, la película le va a parecer… ¡una chorrada! y el que lee “50 sombras de Grey”… ¡quiere practicar no leer!
Como al final ninguno de los dos consigue dormir, nos ponemos a hablar de libros. Que leer no leeremos, pero hablar… hablamos mucho. Anoche, sin ir más lejos me preguntó qué libro me estaba leyendo.
-“La honestidad y otros valores”-contesté orgullosa.
-¡Anda! Y ¿cómo lo has conseguido?
- …Lo… he robado de la biblioteca.
-Desde luego… no tienes vergüenza-me reprendió. Y claro, yo ofendida, tuve que atacarle:
-A ver, listo, ¿Tú con qué estás?
-Pues mira, he hecho un curso de lectura rápida y me he leído “Guerra y paz” en 20 min… Creo que dice algo de Rusia…
-Sí… muy bueno, pero ya que hablamos de literatura clásica, yo creo que Cervantes es el mejor escritor que jamás he leído.
-¿Ah sí?  ¿Y cuál de sus libros te gusta más?
-¡Que jamás he leído, he dicho!
-¡Si leyeses un libro por cada diez selfies que te haces…!
-Tienes razón, mi amor. Estoy segura de que a “alguien” le importa lo que dices. No a mí, pero a alguien sí.
 -Deberías hacer como yo. Mira… anoche me leí “Los pilares de la tierra” en dos horas… Sé que son sólo cinco palabras… pero… yo estoy satisfecho.
Y es que a mi marido le gustan más esos libros en los que uno no sabe cómo van a terminar, de esos que hasta el final es imposible saber si va a quedar todo bien o va a ocurrir una tragedia. Yo pensé que le gustaban los libros de suspense, pero no, los que le gustan son los de recetas de cocina.
Y lo peor fue aquel día en que, de pronto, comenzó a reírse a carcajadas porque recordó una parte graciosa del libro que se estaba leyendo. Creo que era de un restaurante francés: “Comida de vegano y de inviegno”. Claro, yo lo comprendí, pero no todos los presentes en el funeral fueron tan tolerantes como yo.
Otro día llegó a casa y me dijo:
-Oye ¿sabes que han abierto una nueva librería en el barrio? Aunque no sé si van a durar mucho. ¿Te puedes creer que pregunté si tenían algún libro sobre el sentido de los gustos y va y me contesta que sobre gustos no hay nada escrito? Entonces le dije: “Bueno… ¿tienes algo de Heminway?” Y el dependiente: “El viejo y el mar” Y yo: “Uhmmm… venga… pues dame el viejo” y me miró como si fuese un bicho raro. Así que he decidido comprarme un ebook y descargarme yo mismo lo libros. Por cierto, si te bajas “La Ilíada”… ten cuidado… que está cargada de troyanos.
Total… que cuando termina de leer un libro entra como en un pozo vacío y siente como si se hubiese terminado una parte de nuestra vida, así que me dice:
-¡Voy a escribir un libro! Venga, ayúdame. Vamos a buscar un título.
Y yo, entusiasmada le digo: 
-¿Recuerdas los títulos de los libros de cuando éramos pequeños? ¡Qué títulos tan bonitos! ¡Qué emocionante! Yo me acuerdo de uno que decía algo así como….”Pachín”…”Pachán”…¡OOOhhh!! ¡Qué bonito! “Pachín pachán”.
-…Naaaa, déjalo… Si realmente nunca he entendido por qué una persona se puede pasar dos años escribiendo una novela, cuando la puede comprar ya escrita, como por ejemplo “Me llamo Asia”, (buenísima, por cierto) por tan solo trece euros con sesenta.
 -Sí. Eso o, mejor aún, pedir los libros prestados. Aunque ahí tienes que ir con cuidado. Hay un refrán que dice:  “ Nunca prestes libros, ya que, al final, nadie los devuelve”.
-Eso no es ningún refrán. Te lo acabas de inventar.
-Vale… sí. Pero hablo con conocimiento de causa. Mira nuestras estanterías: Los únicos libros que tenemos… son libros que nos han prestado.


Y, hasta la próxima entrada, y sea el día que sea... ¡¡Feliz Fin de Semana!!